Crónica de una fiesta SW (Super Bowl en un motel)

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Súper Bowl Swinger, una fiesta en un motel

Una fiesta swinger en un motel

Se nos ocurrió en una de esas conversaciones frívolas y, como es costumbre, nuestra Señora de la Salud y el Hermano Mamut convirtieron los dichos en hechos y en pocas llamadas telefónicas ya habían armado la fiesta de Super Bowl con la que todo el mundo sueña. ¿Qué podía salir salir mal? Alberca climatizada, una televisión enorme frente a un tubo para bailar, mimosas, chelas artesanales y un montón de botana sofisticada cortesía de una mujer que se ve divina cuando sólo lleva puesto un jersey. Pues nada. Nada puede salir mal porque además, nuestros amigos queridos se encargaron de convocar a algunas parejas sexis fuera de nuestro radar. Así que el equilibrio entre la gente habitual y la desconocida fue ideal para mantener despierta a nuestra curiosidad sin que la ansiedad social se nos despabilara. Todo bien, salvo que me hacía ilusión que ganara Cincinnati.

Pero desnudo en una alberca, con un IPA en la mano y rodeado de mujeres hermosas, la desilusión deportiva se me pasó muy pronto. Me pregunto si hubiera sido igual si quienes sufrieran la derrota fueran los Osos, pero estoy casi seguro de que sí.  Mariana estaba más desenvuelta que yo. No sé si algo habrá tenido que ver que ya estábamos a mediados de febrero y aún no teníamos en el panorama opciones para sellar nuestro calendario, o que en enero habíamos fracasado estrepitosamente. Pero déjenme darles un poco de contexto antes de seguir hablando de esa tarde de domingo.

La orgía del Súper Bowl

Resulta que a finales del 2021, en medio de un encierro vacacional en el que un grupo de amigos no hicimos más que comer y beber durante algunos días, a la Signora Medici se le ocurrió embarcarnos a todos los presentes en una reinterpretación promiscua de la aburrida costumbre de hacer propósitos de año nuevo. Quienes aceptamos el reto debíamos, una vez por mes, tener sexo con una persona con la que no lo hubiéramos hecho antes. Había reglas, por supuesto, siempre las hay. Únicamente se contabiliza el sexo penetrativo hombre-mujer, aunque la penetración dure un solo segundo y cada quien podía, con su cónyuge, decidir si el hecho ocurría juntos o en pareja.  Sí, ya sé que los más jóvenes se quejarán de que todo es  muy convencional y heteronormado. Pero siendo francos, sabíamos que el acto, por convencional que fuera, garantizaba que previamente ya habrían sucedido toda suerte de actividades eróticas dignas de ser narradas. Además, algunas restricciones tampoco hacen daño a los libertinos.  El punto es que nos daba una buena excusa para sacudir un poco nuestras ya muy oxidadas habilidades de ligue.

En enero lo hicimos muy mal. No cumplimos el objetivo, y nuestra racha perdedora parecía que no se disiparía en febrero tampoco. Entenderán, entonces, por qué nos esperanzaba el súper domingo. Yo sigo sin recuperar mi toque, y ya entrados en confesiones, no creo haberlo tenido nunca, pero sí me siento más torpe que de costumbre. Mariana, en cambio, estaba a sus anchas sin necesitar pretextos en el agua para dejarse tocar y tocar a los demás.  Creo que ya lo dije antes, pero el placer de verla coquetear es, para mí, uno de los principales activos del estilo de vida, y tal vez, la parte más difícil de explicar a los civiles.

Había, entre los seres acuáticos desnudos, una pareja en traje de baño con pocas horas de juego en su CV, pero con mucha intención, una historia similar a la del quarterback de los Bengalíes. No es que fueran especialmente tímidos, pero se reservaron tras algunos de los pudores que los más veteranos ya habíamos descartado. Sin embargo, mientras platicaban de su vida vainilla se iban desprendiendo de prendas hasta dejar, sin hacer aspavientos, las tres piezas de tela a la orilla de la alberca. Y así, como en una de esas jugadas que nadie espera, y mientras yo estaba distraído en alguna necedad, la silueta de la joven bailarina, ya libre de ropa y de reservas, se fue a acomodar a la forma de silla que hacía mi cuerpo medio sumergido. Fue tan simple, como atrapar un balón de nube que nos cae como regalo entre las manos. La sujeté; sin fuerza, porque cuando era niño me dijeron que había cosas que había que asir como a un pajarito, con seguridad para que no volaran, pero suavemente para no hacerles daño. Y yo, que me sentía tan grato con esa joya de piel tan derramada sobre mí, no quería que sintiera ningún deseo de escurrirse.

Cuando hay algo que me alegra, a veces también me acongoja la posibilidad de que termine. Es una paradoja con la que aprendemos a vivir algunos que no estamos del todo bien de la cabeza. Pero en ese momento no quería mover ni un párpado, para no tentar demasiado a mi suerte. Sin embargo, ella parecía cómoda y mis manos se sintieron con la confianza para recorrerla sin que yo pudiera, ni quisiera, hacer nada para evitarlo. Me mantenía abstraído de la conversación que ocurría a mi alrededor. Sólo disfrutaba del contacto y mi imaginación se entretenía figurándose como se veían esas formas que tocaba bajo el agua. Escuché que Mariana dijo entonces “vamos, pues”.

Y fuimos.

Cuando su equipo pierde, pero ustedes siempre ganan

La joven bailarina me tomó de las mano. Hay gestos que son poderosísimos y quien los realiza nunca se da cuenta. Coger mi mano y conducirme embrutecido fue uno de esos. Un gesto sencillo en su determinación y valioso por su impacto, como las patadas de gol de campo al final del juego. Mariana, el señor de la bailarina, la bailarina y yo, íbamos presurosos como pastores a la cama. En el camino pasamos por la regadera y nos quedamos los cuatro bajo una ducha espléndida de besos, caricias y desvergonzados contactos de bocas con genitales inquietos. Era una de esas regaderas para moteles respetables que tienen mucho espacio y salidas de agua en abundancia. Por eso, las imágenes y las sensaciones eran deliciosamente desproporcionadas, el tipo de historias que hacen que la memoria quiera esforzarse un poco más y que no se olviden nunca.

Brincamos a la cama y continuamos con los tiempos extras. Notamos de reojo más personas que, a veces miraban desde una prudente distancia, a veces se acercaban, a veces compartían con nosotros la cama y organizaban su propia orgía. Nadie que no lo haya vivido podrá nunca soñar con el deleite de estar dentro de una mujer nueva  estrellada en gemidos, que los dedos alcancen la figura de la mujer amada y fuera de sí, absorta en sus propias sensaciones, y estar, simultáneamente, rodeado de una orquesta de carne encendida y entrelazada.

Yo tampoco puedo imaginar lo que sienten los que ganan un campeonato de la NFL, y sin embargo, en ese instante, no cambiaba mi vida por la suya.

 

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About the Author: Diego el de Mariana

Diego y Mariana son una pareja swinger mexicana aficionada a contar sus historias y a compartir sus aventuras en el estilo de vida sw. Los autores detrás de "Jardín de Adultos", "¡Mariana no da consejos!", "Breve Manual para Swingers" y otros muchos proyectos dirigidos a dar información sobre el ambiente liberal y a fomentar una cultura de diversidad, sexo positivo, y educación responsable.

2 Comments

  1. Deliciosamente escritos que nos invitan a viajar por los caminos de las cruzadas de una linda pareja que , de sus vivencias ricas de erotismo cómplice y dual irreales para Miles y atrayentes para nosotros
    Gracias por tan elegido y bien ponderado obsequio

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