Un relato con sexo en grupo

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Relato con sexo en grupoLa tarde de vivir en el porno

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Mariana es más doñita que piruja. Lo descubrí cuando me anunció que los Curadores nos convocaban a tomar chocolate caliente un viernes por la tarde. La elección de bebida me pareció pueril, pero no extraño. Ellos suelen organizar reuniones vainilla con amigos cercanos del medio. Dije que sí, porque  siempre disfruto su compañía y porque asumí que, de todas formas, un par de chelas no estarían del todo vedadas. Pocas horas después, Mariana continuó la conversación por Whatsapp y se dio cuenta del equívoco. El plan no era en casa de ellos sino en el V Motel del Norte y, aunque habría un chocolate caliente, éste nada tenía que ver con el de la Abuelita.

Es curioso ver cómo se entretejen las complicidades. La Curadora y mi esposa comparten un antojo constante por la herencia africana y sus célebres dimensiones genitales, por eso fue un bello gesto que pensaran en ella para incluirla en su soirée. Al aceptar la invitación, cerrábamos entre todos la tácita aceptación de un guion específico que nadie tuvo nunca que especificar. También es curioso que Mariana no tuviera que preguntar si estaba bien por mí que hiciéramos una excepción en nuestra norma de no jugar con personas solas. También quedaba sobrentendido que yo estaría más que a bordo y hasta con mi gorro de contramaestre puesto.

Nos citaron a las cuatro y media (hora apropiada para merendar, si me lo preguntan)  y llegamos al mismo tiempo que nuestros anfitriones. Después de un rato de revisar reservaciones y no sé qué más requisitos, nos dieron la suite, una delicia. El artista invitado aparecería como en una hora, de tal suerte que las mujeres tuvieron tiempo para cambiarse y prepararse para recibir a su postre en sendos atuendos de lencería negra. Como eso de tomar chocolate con leche ya estaba fuera de la cuestión, me abrí una Piedra Lisa y serví tragos a los demás: rosado para la Curadora, gin and tonic para Mariana y agua mineral (como es lo usual) para el señor Curador. ¿Qué pasaría por la cabeza de los actores antes de la función?

Finalmente llegó Ch. Es un tipo atractivo que tampoco se esfuerza demasiado en serlo. Apareció con la soltura del que sabe que la mesa ya está servida y con su nombre. Conversamos banalidades entre los cinco. Ch y yo, a cada uno de los lados de la barra. El Curador, a unos metros, sentado en una especie de cama para masajes y, frente a nosotros, la Curadora y Mariana se hacían cándidos arrumacos sobre un cuasi lecho arrinconado en la zona b de la habitación. La pequeña alberca, o el gran jacuzzi, nos hacía señales invitadoras y, cómo éstas eran cada vez más insistentes, sucumbimos con facilidad y entramos todos en el agua cálida y amable.

El reconocible sonido de los borbotones hizo que hablar fuera menos práctico que tocar. Así que no pasaron dos minutos y Mariana se adaptó a las piernas de Ch. Frente a ella, la Curadora empezó a intercalar besos entre los dos pares de labios disponibles. El Curador, con el celular en la mano documentaba el suceso sin perder detalle, y yo me arrinconé para ver, sin estorbar, el fuego que iniciaba.

Alguien me preguntó hace poco que cómo hago para soportar el recuerdo de Mariana teniendo sexo con otros hombres. Pues no lo soporto y ya. Es un deleite cuando, tiempo después, me sigo perdiendo  entre las imágenes de su lascivia inflamada.  Entiendo que no pueda ser igual para todos, y me siento un poco triste por ellos. Para mí, la forma de su cuerpo buscando los contornos de los dos cuerpos que la asían entre gemidos manantiales, es una caricia indescriptible. Este recuerdo, además, tenía la ventaja de que quedaría registrado en la hábil cámara de Curador. Mientras el futuro llegaba, me dejaba hipnotizar por los labios de mi esposa que subían y bajaban a través de un oscuro y firme camino de carne erguida.

La Curadora iba y venía. Algunas veces compartía con Mariana el platillo de piel que se mantenía sentado y orgulloso en la orilla de la alberca. Otras buscaba lubricante y artículos de plástico para adentrarse en los rincones de su compañera de travesuras. Otras veces, sólo dejaba que su boca y manos se volvieran locas explorando el contraste de las pieles que tenía a su alcance. De todo ello, ningún detalle se perdía.

No sé quien, sugirió cambiar el agua por las sábanas, así que nos mudamos a la parte A de la habitación, en donde estaba la cama lista para el primer asalto. Observaba todo desde un sillón, uno de esos que hay siempre en los moteles y que usualmente vienen con instructivo. No necesité direcciones para sentarme a mirar como los tres contendientes encontraban las mejores maneras de embonar unas piezas con las otras. Ocurrieron varios orgasmos ruidosos, ese canto de sirenas narcótico y ardiente. De pronto, entre el amasijo de luces y sombras, destelló disponible la vereda empapada de Mariana como invitándome a cruzar por ella. Y así lo hice. Mariana se comía con avaricia a Ch y yo entraba en ella replicando el placer cálido y amable de entrar en el agua de la alberca.

Cambiamos de secuencia. La Curadora y Ch iniciaron un dueto. El Curador, convertido ahora en director multipremiado, nos instruyó a Mariana y a mí para que saliéramos de escena y dejáramos el porno  fluir con una sola pareja a cuadro. Sonaba sensato, y ¿quiénes somos nosotros para contradecir la visión del artista? La llevé al sillón con instructivo para, mientras se nos llenaban los ojos y oídos con las brillantes actuaciones estelares, pudiera mantener el caliente el espíritu de mi mujer por medio de seguir follando con ella.  Y seguíamos y parecía no tener fin para nadie.

No supe cuando terminó todo, pero sin ser estrella me sentía exhausto, no imagino el temblor interior en los cuerpos de las dos actrices. Bebimos y conversamos un rato más en lo que Ch mataba tiempo para llegar a otro compromiso. Creo que volví a meterme a la alberca. No lo sé, porque no lo recuerdo. Sólo se me ocurre que eso es lo que hago en situaciones similares. Finalmente Ch se despidió.

La Curadora entró a la regadera, un cubo de cristal templado en el centro de la parte A de la habitación. Tras ella, el Curador. Y, cuando los vio comenzar a jugar nuevamente, Mariana los siguió para jugar con ellos. Imaginé que era mi turno para realizar una  filmación erótica de antología y saqué mi teléfono buscando los mejores ángulos. Sin embargo, el talento cinematográfico no les es dado a todos. Los actores optaron por prender el vapor y todo se nubló de inmediato. Viendo mi toma arruinada, dejé el celular y yo también los seguí.

Desde afuera, seguramente se podían ver manchas de piel estrellándose contra el vidrio. Imagino siluetas. Rayones y borrones efímeros. Adentro, en cambio, un borbotón de figuras humanas sellando con desnudos un hermoso acuerdo de complicidad.

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About the Author: Diego el de Mariana

Diego y Mariana son una pareja swinger mexicana aficionada a contar sus historias y a compartir sus aventuras en el estilo de vida sw. Los autores detrás de "Jardín de Adultos", "¡Mariana no da consejos!", "Breve Manual para Swingers" y otros muchos proyectos dirigidos a dar información sobre el ambiente liberal y a fomentar una cultura de diversidad, sexo positivo, y educación responsable.

2 Comments

  1. Quedo asombrado, desde muy lejos, desde España, de la rica y fresca literatura del autor, que enriquece y ennoblece la sensualidad de las escenas. Gracias por tu deleite.

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