Chicas mimosas y mimosas: Fotografía boudoir con amigas

Fotografía boudoir con amigas

Crónica de una sesión de fotografía sensual de estudio y sólo para mujeres

  • Actividades entre amigas
  • Sesiones de fotografía erótica
  • Fotografía en lencería para mujeres de cascos ligeros
  • Planes para el cumpleaños de Mariana

Fiesta de fotos sexis para chicas

Mariana está en un cuarto de hotel con poca ropa, mimosas y un grupo de amigas. Yo, en la chamba hasta media tarde. ¡Las cosas que hacemos, por Tutatis, las cosas que hacemos! ¿Verdad, @mexicouplesx?

Publiqué el tuit y esperé a ver de qué modo la imaginación febril de la red social se encendía con sus propias figuraciones. La verdad es que ese era mi plan desde el principio. No para los usuarios de Twitter sino para mí mismo. Ponerme en una situación y luego volverme loco con las creaciones de mi cerebro pornodinámico. Así como los celosos saben lo que está ocurriendo fuera de su vista pero se inventan lodos para revolcarse en ellos y construir su sufrimiento, yo, a la inversa, planeé una situación que, me diera material para divagar en ensoñaciones onanistas durante todo un día que prometía ser, de otra forma, bastante aburrido. 

     No todo fue interés egoísta, lo acepto. Aquello era solo un valor agregado. Mi principal móvil era el cumpleaños de Mariana que, por ley universal, es el acontecimiento más importante del siglo, (aunque ocurra cada año). Ella y yo, casi siempre preferimos regalarnos historias en lugar de objetos y, muchas veces, el plan nos sale de maravilla. Confieso que somos buenos en esto de querernos. Entonces, el reto es cada vez más difícil. Además, ahora quería para ella algo en lo que yo no estuviera directamente involucrado. Un recuerdo que pudiera llevarse a la cama con la certeza de que es suyo solamente. Algo que sólo me fuera permitido gozar a través del filtro de su narrativa.

     Pero, si no lo compartiría conmigo, ¿con quién entonces? Necesitaba aliadas, cómplices de esas que se suben a cualquier cáscara de nuez en altamar, con tal de ver a su amiga sonreír. Y de esas, Mariana tiene en abundancia, y hermosamente cercanas a su corazón. Con una tripulación en mente, procedí a diseñar la carta de navegación y ubicar el destino. 

     Encontré a Ivette como se encuentra casi todo en estos días, Google. Su página especializada en fotografía boudoir me gustó, no sólo porque el portafolio es guapo; ella tiene una idea del modelaje amateur como recurso para el crecimiento personal que nosotros compartimos de alguna manera. Entre los más apreciados tesoros que hemos encontrado en el mundo sw, está el constante alimento a la autoestima que, al permitir vernos a nosotros mismos como atractivos para los demás, nos hace personas más fuertes y seguras. Desde una trinchera distinta, ella se plantea hacer eso con las mujeres (vainilla) que se acercan a su estudio. 

     Me gustó también que fuera fotógrafa y no fotógrafo porque, entonces garantizaba un espacio completamente femenino en el que Mariana y la tripulación podrían alocarse sin testosterona de por medio. No es que los hombres las inhibamos, claro. Es más bien que, como siempre andamos en tribus mixtas, los momentos de complicidad netamente entre mujeres son escasos, y por eso pienso, valiosos. Imagino que rituales colectivos con chicas en lencería, o desprendidas de ésta, haciéndose fotografías de estudio serían buena actividad para despedidas de soltera y eventos similares, pero tampoco veo a la mayor parte de la población haciendo cosas como esa. Así que, un festejo como el que tenía yo en mente, tal vez, no sería lo más común, incluso para un estudio dedicado a la sensualidad. 

     Conversé un par de veces con Ivette por Whatsapp y me causaba gracia ver cómo funcionan las dinámicas de información dosificada y de los conceptos asumidos. No le dije nunca: “Oye, quiero contratar un servicio de fotografía erótica y elegante para un grupo de señoras swingers y muy sexis”, porque no supe si era relevante o no para el proyecto. Además, me daba un poco de temor que se espantara y dijera que no. En verdad quería que fuera ella. Mientras los planes avanzaban y los detalles se iban afinando, se dejaba ver un poco de desconcierto mezclado con curiosidad. Me pregunté, algunas veces, si ella sospechaba que yo blofeaba y a la hora de la hora la dejaría plantada. Sólo hice énfasis en que lo que más me importaba era que todas se divirtieran mucho y en que eran deseables las fotos en grupo, tríos o pares. Esto último, me queda claro, no me lo creyó tanto.

     Una vez establecidas las generalidades del proyecto, era necesario nombrar a una capitana que condujera las naves. La mujer idónea para el trabajo era nuestra Señora de la Salud porque… vaya, por un millón de razones que requerirían una Encyclopedia Britannica para explicarse, pero baste decir que porque tiene un corazón de esos que no dicen no a nada. Y así fue, dijo que sí y se lanzó a convocar y organizar a una turba de señoras increíblemente locas, amorosas y marchosas que se encargaron de montar una de las mejores fiestas privadas del mundo.

     La Capitana Salud apareció en mi casa a las siete y pocos de la mañana con el pretexto de que Mariana la acompañara a resolver no sé qué problema. Y el problema ha de haber sido andar en Uber cargando sombreros múltiples, camisas de hombre y maletas cargadas de lencería cuya raison d’être confundía más a mi mujer, que se quedó con la idea de que luego de un par de horas tendría que correr con todo el cargamento a algún otro paraje en el que yo le tenía preparado algo especial.

     Llegaron a la locación que, para mayor tensión dramática, no parecía nada en particular. Era un edificio que podía ser de apartamentos, pero en el que se hacían juntas de trabajo, pero que tenía habitaciones de hotel, pero que carecía de anuncios de cualquier tipo. Ahí, la fotógrafa había preparado dos suites, una para maquillaje y peinado y la otra para la sesión colectiva de fotografía boudoir

     Mariana, aún sin entender muy bien de qué iba la cosa, fue instruida para desnudarse y ponerse una bata. Entonces, la Capitana Salud, reveló el plan de tomarse fotos con poca ropa, y me preocupa la docilidad con la que mi mujer declinó entonces usar el baño y se cambió ahí mismo sin pudor alguno. Pero así es de liviana, y eso yo ya lo sabía.  Tal vez, el gesto le dio al equipo creativo una idea de que estaban tratando con un tipo de clientes distinto al habitual. Puntualmente fue llegando el resto de la tripulación, que también se cambiaban sin recato, ayudándose las unas a las otras con el ajuste del corsé o con el resorte de la tanga. Intimidad, supongo, poco usual entre chicas que pagan por hacerse fotos en lugar de ser remuneradas por ello.  La fotógrafa y su equipo, una maquillista y una peinadora, eran especialmente cuidadosas de no romper algún límite de recato, la tripulación, por otro lado, era un desastre sin límites que romper.

     Mi imaginación me llevaba a escenarios sáficos contorsionistas, a sirenas nadando en mares de cuerpos, a siete reinas jugando a ser video de hip-hop. No importa que, en el mundo real, la fotógrafa estuviera proponiendo que las chicas se tomaran de las manos y ellas pidieran mejor hacerlo del trasero. Mi fantasía era mía, y la realidad en la que mi Mariana disfrutaba como niña de sus amigas y de la atención, era un regalo de cumpleaños que le quedaría en la memoria aún cuando la tinta de las fotografías digitales ya se hubiera hecho amarilla. 

     Pienso que equivoqué el orden al bat, aunque fue peccata minuta. Frente a la propuesta de que Mariana iniciara la sesión, no contemplé que ella era la única de las modelos sin tiempo de pensar en el tipo de fotos que se le antojaban. Al modelar, siguió las instrucciones que se le daban, pero conforme tocaba el turno de sus compañeras de viaje, las ideas se fueron sumando y la ropa se fue restando. Tal vez se quedó con ganas de algo más desvergonzado o menos convencional, pero ese fue el costo de la sorpresa. Ni modo, lección aprendida para mí.

     Cuentan que el ambiente fue delicioso. Cuerpos, piel, chisme, encaje, cotorreo, preguntas disimuladas y oportunidades para juguetear sin saber qué tanto se podía estirar la liga de la decencia. Pero algo la estiraban, sin duda. Intuyo que había, también, un velado placer en escandalizar sin hacer daño.  Mientras tanto, yo esperaba, sin mucho por hacer, la hora de salida del trabajo. Me entretenía en imaginar posibilidades verdaderamente lascivas. Sabía que eso no era lo que estaba ocurriendo, pero ¿quién me va a decir a mí cómo fantasear con mi mujer y mis amigas? ¿Acaso no lo hacemos todos de la misma forma?

     Hubo tragos para alegrar la mañana que se prolongó hasta las cuatro de la tarde. Pocos, porque la Ivette me advirtió que los ojos, en las fotos, son delatores y que había que mantener las mimosas controladas. Y bueno, los tragos fueron lo único equilibrado. Eso imagino, porque cuando le dije por chat a la fotógrafa que esperaba que las señoras se hubieran portado bien, sólo contesto: “Muy mal. Jajajaja”. Me hizo muy feliz. La nave había vuelto a Ítaca cargada de tesoros.

Nota: La foto original del título me la mandó M de @SexyG33k5

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About the Author: Diego el de Mariana

Diego y Mariana son una pareja swinger mexicana aficionada a contar sus historias y a compartir sus aventuras en el estilo de vida sw. Los autores detrás de "Jardín de Adultos", "¡Mariana no da consejos!", "Breve Manual para Swingers" y otros muchos proyectos dirigidos a dar información sobre el ambiente liberal y a fomentar una cultura de diversidad, sexo positivo, y educación responsable.

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