Acuérdate de Acapulco… el take over de Lupita Roma

Fiesta swinger Acapulco 2021 Lupita Roma

Viajar a la playa con Lupita Roma

y todos sus amigos

  • Takeover swinger del Club Lupita Roma
  • Acapulco, Guerrero
  • Fiestas para parejas liberales
  • En el mar la vida es más sabrosa

El amoroso equipo de Lupita Roma nos invitó a su takeover en Acapulco

El takeover en Acapulco de Lupita Roma no fue en Acapulco. Fue como a una hora de distancia y eso resultó en un gran acierto. Llegamos a una sede nada aparatosa y convenientemente ubicada en una de esas playas que cada vez se ven menos en este país. Sin megalómanos resorts a la vista y con el carácter natural de los pueblos con mar, la locación equilibraba la privacidad y el saborcillo provinciano con la infraestructura adecuada para un par de días de fiesta.  El hotel está compuesto por varias villas elevadas sobre el piso en un diseño arquitectónico que recuerda al de los palafitos fotogénicos, sin el agua, claro. Algunas de las habitaciones, como la nuestra, eran suites para compartir con otra pareja pero con dos cuartos separados y dos baños para mantener la independencia de cada quien. El esquema parece una buena estrategia para fomentar la interacción. 

 

Lo que me gusta siempre de las cosas que organiza la familia Roma es su vocación de anfitriones: entregados, absolutos, de todo mucho para que nadie se quede con ganas de nada. Son como abuelas mexicanas, si las abuelas mexicanas  armaran convites etílicos con orgías incorporadas. No dudo que sea lucrativo lo que hacen, pero va más allá de una ecuación mercantil, es un genuino deseo por dejar sonrisas en la memoria de sus invitados. También es así la comunidad que los rodea: libres de protagonismos y entusiastas, gente convencida de que la mejor fiesta es en la que uno la pasa bien. Y entonces, la pasan bien sin buscar negritos en los arroces. 

Me entusiasmaba la carretera con Mariana, un ritual íntimo que me atrae de  modo irracional. Me gustaba la idea de pasar un rato en la playa, o de beber cervezas junto a la alberca. Me venía bien, siempre me viene bien, el ambiente de las fiestas swinger desprovisto de ropa y de familias, y con muchísima distancia hasta mi lugar de trabajo. Y también, claro, estaba la perspectiva de largas conversaciones con personas divertidas. No esperaba, sin embargo, nada nuevo. 

 

Pero lo obtuve. Fue una experiencia nada sexual y, en cambio, memorable y emocionante. Al caer el sol fuimos convocados a la playa.  Y ahí se apareció Toño con una tina portátil en la que, posiblemente, un centenar de bebés tortuga movía instintivamente sus diminutas extremidades. Escuchamos instrucciones y nos alineamos paralelos al mar. Claro, no falta quien no entiende que las reglas son más que imposiciones y, con la excusa de sacar fotos, se acomoda del otro lado de la línea, llenando la playa de huellas que, después, se convertirán en fatigosos cráteres en el camino de las minúsculos testudines. Recibimos, entonces, sendas tortuguitas para posar sobre la arena y dejarlas correr hacia el mar. Supimos que, de cada cien, sólo una llega a la edad adulta, y cada uno de los turísticos liberadores deseó, confesa o secretamente, que fuera la suya. Yo sé que la que quedará viva será la que liberó Mariana porque la bautizó Oligoberto, y ¿quién no quiere la certeza de que una tortuga golfina Oligoberto anda merodeando las corrientes del Pacífico?

 

No es que liberar tortugas en la puesta del sol esté en la lista de deseos que uno hace para sus vacaciones swinger. Pero desde que Mariana y yo renunciamos al turismo vainilla, no dejo de lamentar un poco que nuestras calientes prioridades, nos alejan de otras actividades potencialmente significativas que nada tienen que ver con desvestirse. Tampoco me arrepiento, pero cuando aparecen oportunidades como estas, me hacen muy feliz. Es como cuando vamos a desayunar y me alcanza el estómago para pedir chilaquiles y huevos motuleños. Una certeza, una vida que aún me puede sorprender.

Por la noche, se montaron un espectáculo de pirotecnia que superó por mucho mis expectativas. Nuestro amigo jalapeño que, además es un egregio humanitario, se quejaría sobre las implicaciones anti-ambientalistas de los fuegos artificiales. Pero a mí, desde niño, me fascinan así que sin remordimientos los disfruté como chaval, porque, además, este fue de los grandes. Luego vi como un montón de personas disfrazadas de romanos bailaban reggaetones de moda en una estrepitosa fiesta en la playa. Nos fuimos a la cama tan cansados que no escuchamos que, pocas horas después, nuestros compañeros de suite tuvieron suerte y se trajeron a una chica de vuelta. Me pregunto que hubiera pasado si los hubiéramos descubierto. ¿Habríamos ido a sumarnos a su fiesta? Posiblemente, no. Pero uno nunca sabe.  

 

¿Sexo? Nada de eso. Perdón por la traición, queridos lectores. Ya sé que una de mis funciones es calentarlos con relatos protagonizados por pieles fluidas y proezas del deseo. Sin embargo, en la medida en la que este mundo de la transgresión se convirtió también en nuestro día a día, hay veces en las que lo más grato es saber que los placeres del mundo siguen disponibles y que se pueden vivir sin hambre entre tangas y a loco. 

 

 

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About the Author: Diego el de Mariana

Diego y Mariana son una pareja swinger mexicana aficionada a contar sus historias y a compartir sus aventuras en el estilo de vida sw. Los autores detrás de "Jardín de Adultos", "¡Mariana no da consejos!", "Breve Manual para Swingers" y otros muchos proyectos dirigidos a dar información sobre el ambiente liberal y a fomentar una cultura de diversidad, sexo positivo, y educación responsable.

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