La orgía de los prudentes

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La orgía de los prudentes, relatos de sexo swinger

Delicias del sexo compartido

Hay encuentros desbocados y raudos; ocasiones en las que dos parejas se reconocen pronto, saben que están hechos del mismo material y se descubren sin ataduras bajo las sábanas. Hay estallidos, manos que vencen el atrevimiento, ruidos como bolas de nieve que se precipitan descontrolados. No voy a hablar de uno de esos.

Tocar la cama de Madame Molière y Monsieur Cheveu fue una visita al museo cálida y estudiada. Ha sido, quizá, la más cautelosa de nuestras experiencias. Un paulatino acercamiento que duró cinco años. Cuando los conocimos en el Pistache, nos fuimos a dormir con la sensación de que se nos había escapado de las manos un platillo delicioso. Qué mal, así es este deporte. Pero pasó otro año y volvimos a encontrarlos. Mismo jacuzzi, misma desnudez que emboba, misma franqueza y facilidad para conversar varias horas. Nuevamente, ni tocarnos. Coincidencias idénticas anuales nos dejaron claro que no iba a pasar nada, que no estábamos en su radar, pero que su compañía era igualmente divertida. Son una de estas parejas que juntos tienen sentido, que parece que diseñaron a ambos al mismo tiempo sabiendo que, de alguna forma, terminarían en el mismo barco. Ella es una seductora involuntaria, sin esfuerzos. Simplemente es y el mundo a su alrededor gira para contagiarse de su alegría. Él, una presencia fuerte y concentrada. El tipo de personas que, sin tener que decir una palabra, hacen evidente su jerarquía en el lugar. Guapos, sibaritas, desenfadados.

Y así ocurrió que volvimos a vernos y cada uno se alegró de saber que estábamos nuevamente en el mismo sitio, como si se tratara de una cita que nadie había programado. Llegamos al hotel el viernes por la noche y ellos tuvieron la cortesía de quedarse con nosotros fuera de la alberca para acompañarnos con un trago antes de darnos las buenas noches.  Los dejamos volver a los suyo y nos fuimos a dormir. Por la mañana nos reunimos con ellos para desayunar y para seguir con la dinámica social de las risas y las historias. Y así pasaron la mañana y la tarde sin intentos de avanzada, pero con la curiosa sensación de que esta vez, algo había cambiado. De alguna forma sutil, ahora se percibía un asomo de coquetería.

Mariana y yo hemos aprendido a dejarnos llevar sin generar expectativas ni diseñar planes. Sin embargo siempre hablamos de nuestros escenarios ideales. No es necesario hablar mucho, casi siempre sabemos lo que espera el otro de la noche, pero alguna señal nos damos sólo para confirmar que estamos en la misma página. Esta vez, no nos dijimos ni una palabra. Era como si no quisiéramos desbalancear el tenue equilibrio que se estaba construyendo. Como si definirlo lo hiciera real y, por lo tanto, susceptible de perderse.

Entre anécdotas y chistes, nos contaron que son cuidadosos para dejar que la gente se acerque a su patio de juegos. Son pacientes y dejan que la cordialidad madure lentamente antes de abrir las puertas. De modo que el doble cortejo se convirtió en la danza graciosa de cuatro corteses que no querían importunar a nadie, pero que visitaban en la mente un futuro de besos compartidos. Rayábamos, cierto, un poco en la comedia, pero la atmósfera tenía un encanto particular de erotismo contenido. Nosotros, que somos tan estrictos en respetar todo lo que no está expresamente permitido y que avanzamos con la paciencia de las telarañas. Ellos, que caminan sobre alfileres, para no perturbar la armonía que se calzan todos los días. Si algún vidrio se rompía esa noche, sería resultado de un cálculo estético y preciso.

Bajamos al jacuzzi después de cenar y los encontramos en una de las camas haciendo acrobacias de esas que no muestran en el Circo del Sol. Pensamos en acercarnos, pero no nos atrevimos. Así que contemplamos a la distancia una línea de orgasmos que se sumaba a la enorme pila que ya después de doce años, seguro hay en el colección del Pistache. Nos vieron al acabar y nos llamaron. Así que nos acurrucamos juntos como si hubiéramos estado con ellos desde el principio de su escaramuza. Todo lento. Todo estudiado. Dos mujeres desnudas frente a frente. Dos hombre detrás de ellas pensando, seguramente en lo mismo.  Y probaron. Y nos invitaron al jacuzzi de su suite. Y subimos los cuatro con las ganas envueltas en algodón.

Empezamos a jugar cuando Mme. Molière sacó a su marido del agua y le hizo sexo oral frente a nosotros. Hay algo que me hipnotiza en ver a una mujer chupar, no sé si tiene que ver con lo maravillosa que me resulta la lengua, ese músculo capaz de lo más básico y de lo más soberbio de la humanidad, pero mis recuerdos más eróticos siempre incluyen bocas abiertas o semiabiertas. Mariana, dentro del agua se sentó sobre mis piernas y lo pausado de nuestro ritmo con ellos, se traslado a nuestra propia intimidad de pareja. La besé, con la misma atención con que lo hice cuando todavía no éramos novios y acercarme a las mujeres me paralizaba. Ella reaccionó acorde, degustando cada parte  del beso como si fuera nueva o como si no hubiera en el futuro otra ocasión para repetirse.  Nuestros anfitriones nos invitaron a su cama y entonces pensamos que, tal vez, este sí sería nuestro año de suerte.

Nos acostamos los cuatro, una pareja junto a la otra utilizando la imagen de los otros para atizar el fuego de nuestros propios encuentros. Porno en vivo. Ellos, un par hermoso y acoplado que se susurraban para no perturbar con  palabras la música de los cuerpos que se acoplan. Nosotros, reencontrándonos, reconociendo nuestros cuerpos, abriéndonos en los caminos conocidos como si fueran novedades. Los cuatro juntos bailando esa danza antigua y colectiva, que en algún momento triste de la historia alguien decidió reducir a lo privado. Ver el deseo en los otros y sentirlo en la propia piel. Sabernos iguales cuando desnudos. Sentirnos protegidos cuando más vulnerables.

Nos atrevimos a deshacer la pared invisible que nos dividía; extendimos la mano. Sentimos la piel de ella, suave bajo nuestro tacto y cercana al sitio en el que él la penetraba. El circuito se cerró y la electricidad que había estado almacenada comenzó a correr libremente por los cuerpos. Ahora sí, se iniciaron los mecanismos de una máquina que se aceleraba cada vez más. Formamos un círculo y dejamos que el placer hiciera con nosotros lo que quiso. Avanzamos más profundo hacia la noche, embelesados por la certeza de que nos pasan cosas hermosas.

Cuando la cautela se disolvió, quedaron sobre las sábanas la piel exhausta, varios orgasmos, un capitulo final y un inicio permanente.

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About the Author: Diego el de Mariana

Diego y Mariana son una pareja swinger mexicana aficionada a contar sus historias y a compartir sus aventuras en el estilo de vida sw. Los autores detrás de "Jardín de Adultos", "¡Mariana no da consejos!", "Breve Manual para Swingers" y otros muchos proyectos dirigidos a dar información sobre el ambiente liberal y a fomentar una cultura de diversidad, sexo positivo, y educación responsable.

4 Comments

  1. Que delicia leer eso y saber que fuimos protagonistas de un encuentro de otro nivel . Si cierto desde que lo conocimos sabíamos que había algo naciendo , de esas relaciones que maduran , se desarrollan a un nivel sin precedente , de esas químicas que todos buscamos para dejar que pase otra cosa , de esas risas que te hacen ver que no solamente el swingerismo se trata de sexo sino de alma.
    Con madame Molière tenemos un frase que resume nuestra filosofia en eso : cada cabeza es un mundo entonces 4 son 4 mundos que tienen que conbinar para que el momento sea algo bonito !
    El sexo es algo que no buscamos porque en casa lo tenemos ( y la vdd madame Molière es una diosa ) , y tampoco buscamos a fuerza estar con otra pareja !
    Con ellos todo vino solo , compartir su llegada , sentarnos , una copa una platica todo espontáneo con chispas , sentirse bien , las miradas que s e cruzan , el deseo que sube , un contacto todo suave , natural con ganas de seguir hablando , ganas de que se haga eterna la noche .
    El
    Dia siguiente son hablar con madame nos volvimos a ver y si cierto algo había cambiado , se siente la energía cuando algo pasa , misma energia que te empuja para saber más .
    Igual rosas platicas largas una degustación de vino queso , más risas , disfrutas uno del otro , una de la otra .
    La
    Simbiosis de alma en camino .
    Atraídos pero tranquilos , swingers pero precavidos , no herir a los demás , cuidar los pasos , ir más adelante sin tropezar , les confiamos que somos muy selectivos , paso a paso , nos tardamos 5 años para llegar a eso con ellos y pensamos que fue lo mejor .
    Aprendimos a saborear esos momentos en la cama del
    Jacuzzi , nos encantò enseñar cuerpos , gemidos , placeres que a su manera compartimos con ellos , sin hablar con madame o poco los invitamos a compartir nuestra esencia del momento , los 4 acostados , respetuosos , sin tocar , a penas viendo y sin embargo disfrutándonos los 4 .
    Platicas otra vez , sintiéndonos en confianza para secretos que solo ellos y’a saben , nos juzgan , escuchan y aceptan !!!
    Ellos son nuestros ejemplos de sabiduría délire placer respetuoso , llevan el swingerismo a un nivel poco visto , lo hacen ver tan bonito que repetiremos , sin forzar sin presión volverá a pasar ……..
    Lo que pasó después del
    Camastro compartido es otro momento invaluable en nuestra vida swinger .
    De esos momentos que te quedan grabados por ser bonitos ! De esos cuerpos que se mueven , que hacen que 4 almas, 4 seres se sienten 1 .merci AMIGOS .
    Ansiosos por unirse nuevamente !

  2. Tengo 66 años pero disfruto leyendo sus experiencias. Mi esposa no comparte mi forma de pensar acerca del swinging pero sigo creyendo que es la mejor forma de sobrevivir para el matrimonio.
    Felicidades por ser un matrimonio que comparte su sexualidad con otros que piensan parecido.

    1. Hola Juan. Igualmente, mi esposa no comparte estas ideas, no le gusta. Yo tengo 58 y siento que ya no voy a poder disfrutar mi sexualidad el resto del tiempo que me queda. Me siento solo y frustrado. Al menos me doy cuenta que no soy el único.

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