Después de volver

Anécdotas de nuestra vida erótica

Erótica penetración desde atrás

Abrí la puerta del edificio, y apenas había subido un tramo de escaleras hacia mi departamento, cuando me interceptó en la escalera una mujer semidesnuda que corrió a abrazarme. Eran las seis de la mañana del domingo, y yo venía bajando de un vuelo que me había mantenido en vela las 24 horas anteriores. Estaba agotado pero con muchas ganas de volver a casa, quiero decir, a las cobijas y al cuerpo de Mariana, quien ahora no se desprendía de mí.

      ¿De qué dependerá esta necesidad mía de nunca estar en donde se encuentra mi cuerpo? Dos semanas antes, estaba ansioso por salir al mundo, por dejar el contenedor que me rodea e ir a ver otras cosas. En cuanto me subí al avión de ida, empecé a morir de ganas de volver. Siempre he creído que mi personalidad es líquida; me adapto de maravilla a cualquier envase, y puedo pasar ahí mucho tiempo, pero en cuanto existe una posibilidad de fuga, la aprovecho. Dejo atrás el vaso, la jarra, lo que sea sin pensarlo mucho y corro como loquito hacia la calle. Soy como los perros que pasan mucho tiempo encerrados. Pero luego, me siento perdido, quiero volver, necesito volver, me urge, siempre, regresar al mar, a Mariana.
      No ayudó a mi tranquilidad mental, haber estado en un viaje por demás aséptico. Nada de ir a buscar escorts en Valencia o clubs de Sadomasoquismo en Berlín. No vi sexshops francesas, clubes de cabaret neoyorquinos, ni casas de masajes Tailandesas. Así que al volver a casa, traía conmigo dos semanas de sequía que me estaban ya comiendo del cerebro. Empezamos a besarnos en la escalera, confiando en que ningún vecino iba a salir a esa hora. Corrimos hacia arriba y entramos en el departamento. Hice una pausa, entonces, para meterme a bañar y dejar atrás todo el sudor y los olores del trayecto. Rasurarse bien, lavar dientes, ponerse litros y litros de esa loción que pone cachondona a mi mujer. No es que hiciera falta, tampoco.
      Salí desnudo del baño, para encontrarla sobre la cama. Mis manos llegaron fácilmente a recorrer los territorios que hacía sobre su piel el pequeño vestido de satín. Suavidad, y nada más, ya ninguna otra frontera que cruzar. Mariana se aferra a mí con brazos y piernas. Me deja su sexo al alcance para tocarlo con todo, piernas, dedos, hombros, boca. Y las bocas que no hayan un lugar fijo para sentarse a comer. Penetrarla ahora fue como cuando descubres por primera vez un lugar que ya conocías. Esa misma sensación de pertenencia que siempre tengo cuando vuelvo, pero que siempre es nueva. Es como tomar agua cuando se tiene sed. Como cuando lees una buena historia y sabes, con certeza, que tú eres el personaje principal. Venía del otro lado del mundo, de un largo periodo sin sexo y, es verdad, en ese momento pude haberme follado a lo que fuera. Pero no me estaba follando a lo que fuera, estaba dentro de mi Mariana, estaba regresando a casa, estaba volviendo al mar.

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About the Author: Diego V

Diego y Mariana son una pareja swinger mexicana aficionada a contar sus historias y a compartir sus aventuras en el estilo de vida sw. Los autores detrás de "Jardín de Adultos", "¡Mariana no da consejos!", "Breve Manual para Swingers" y otros muchos proyectos dirigidos a dar información sobre el ambiente liberal y a fomentar una cultura de diversidad, sexo positivo, y educación responsable.

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