Pleasure Club: Las buenas intenciones no alcanzan

Y que nos enteramos que hay un nuevo club swinger. Y que se llama Pleasure Club. Y que está al sur de la Ciudad. Y que se ve en la página que las instalaciones están chévere. Y que además iban a tener una especie de promoción en la que los miembros de SDC no pagaban el cóver que, aparentemente, es carísimo en situaciones normales. Y que nos vamos, a pesar de que la oferta era para viernes y nunca nos vamos a hacer travesuras los viernes porque, en dichos días, Mariana paga la factura de su auto impuesto abuso laboral y se encuentra, generalmente, en status trapo humano.
La cosa se veía emocionante, había que reservar por teléfono y luego te mandaban un código QR que garantizaba la promoción para socios. La dirección era aproximada, así que llegabas a una esquina X y ahí hacías contacto con un stand donde recibirías instrucciones más precisas. Yo, bueno, me sentía el Súper Agente 86 y la fantasía me tenía fascinado. Luego nos dieron una tarjeta electrónica y nos pidieron seguir a una camioneta blanca. La tarjeta levantó la pluma de un fraccionamiento elegante, y camioneta blanca seguida de nuestro misterioso auto, nos adentramos entre lujosas residencias por una intrincada ruta que culminó frente al valet parking. Chan cha chan chan chaaaaan.
Nos recibe Iker, encargado de seguridad quien se pone a nuestras órdenes y a mí me da un poco de tristeza que nadie me pidiera mi código QR. Se acabó mi sensación de espía británico y en poco tiempo también se acabaron nuestras ganas de hacer travesuras. ¿Qué le falló a Pleasure Club? Me parece que oficio, sin saberlo de cierto, tengo la impresión de que quien lo haya iniciado lo ha hecho por ocurrencia. “Tengo una casa linda y grande. Ya sé, ¿por qué no la convierto en un club swinger?” “¿Sabes algo del negocio?” “Nada, pero suena divertido, y si le digo a la gente que el cover cuesta $2000 seguro se me llena de gente in
El lugar
Una casa enorme y en la que cualquier ama de casa nice se sentiría una reina. Claro que, al adaptar la estancia con lucesitas antreras y tubo al centro, los paisajes Bobrosescos que, finamente enmarcados en madera, engalanan las paredes, hacen que el conjunto recuerde a un chaval al que siempre lo viste su madre y un día decide arreglarse él mismo para una fiesta con los chicos más grandes. Sillones de bar perimetrales en típica típica distribución en herradura de fiesta de casa. Eso sí, mesitas con luz propia moradosa para darle un look más pachanguero. Nos preguntamos si alguna vez alguien siquiera pensó en consultar a un diseñador. Sin mucho pensarlo, concluímos que no. Además hace un frío espantoso que tristemente acentúa lo solo del espacio.
Llegamos fashionably late a eso de las doce, y resulta que no fuimos lo fashion que anhelábamos. A esa hora, sólo había otras dos parejas y el monólogo de uno de los caballeros se imponía a la música DJ de prepa que inunda la sala. También había un señor sólo, lo cual nos puso un poco paranoides, aunque ese mismo hombre nos honró, al final de la velada, con el único y tenue motivo de alegría que tuvimos en la noche: cuando íbamos de salida, asoció nuestros nombres y preguntó si éramos los que escriben Jardín de Adultos. Snif, snif, es la primera vez que alguien nos reconoce en público. Pero bueno, eso fue hasta el final y yo apenas estaba hablando de las instalaciones.
Iker, el encargado de seguridad, parece ser el único con un mínimo de conocimiento sobre atención al cliente y se ofrece a llevarnos a conocer el resto del lugar. El recorrido nos lo da alguien más y nos lleva de sala en sala, orgulloso de su club. A) Un salón de distribución en el segundo piso. Los sillones de la abuela están cubiertos de tela roja, aún no sé si para hacerlos más cachondos o para que no se manchen de fluídos corporales. Creo que para lo segundo, aunque, a juzgar por el ambiente, corren poco ese peligro. También hay un enorme librero con una intacta colección de los Los Clásicos empastada en verde, esa que vendían por entregas en los súpers a principios de los noventa y que no faltaban en ninguna casa bien. B) Las habitaciones “regulares”, ambas equipadas con dispensador de toallas desechables y de gel antibacterial, tienen cada una un baño con ducha funcional. Eso, la verdad, se agradece. De todas formas, las habitaciones no son más que eso, habitaciones con camas cubiertas con una sábana y ni un gramo de malicia o imaginación puesto en la ambientación. C) A la habitación VIP, lo que la distingue es que alguien olvidó llevarse sus muebles chippendale y entonces aquí hay cama king size con postes para docel, armario y chiffonier, por si alguien tiene fantasías que incluyan hacerlo en el cuarto de los papás. D) El jacuzzi está en una sala aparte y dice nuestro guía que “ya lo van a llenar”. E) También hay un jardín con camitas encortinadas, pero si está haciendo tanto frío adentro de la casa, no se nos antoja ni salir a conocerlo.
El servicio
Muchísimo staff y casi inútil. Ya lo decía antes, el único que, aparentemente, se preocupa por el servicio al cliente es Iker, el encargado de la seguridad y eso resulta un tanto desconcertante. Sin tomar en cuenta que nadie nos mostró una carta de bebidas, y que tuvieron que preguntar más de tres veces la órden, porque al parecer un tequila y un whiskey conforman un pedido difícil de procesar, la deficiencia es más profunda. En un club swinger, el servicio no puede ser sólamente traer los tragos. Se trata de generar en el visitante una sensación de comfort y confianza que conforme pase el tiempo, lo lleven a dejar atrás las inhibiciones.
Dos horas después de haber llegado, seguía sin pasar nada. Ahora había más parejas, seis o siete en total, que por estadístico sentido común, no son ni remotamente suficientes para que nadie encuentre a alguien compatible. Y aunque lo hubiera, los organizadores abusan descaradamente del tiempo de los clientes, me imagino que porque confían en que el público mexicano es extremadamente paciente. En todo ese tiempo no ha habido nada que hacer, más que esperar y esperar. ¿Que querrías hacer? Podría preguntar algún incauto. Pues divertirse, lo que sea que te haga saber que en viernes a la 12 de la noche puedes olvidarte de todo porque has llegado a la fiesta: echar relajo, ligar, comer, jugar billar, bailar, ver porno, nadar, lanzar dardos, tomar una clase de cocina, ver un show de malabarismo en fin, lo que sea. Lo que sea es mejor que estar sentado tomando la misma copa que me sirven en el bar de la esquina y platicando las mismas cosas que podría sin frío y sin pagar estar plaicando en mi casa.
A las dos de la mañana decidimos irnos y a nadie, más que a Iker, el encargado de seguridad, parece importarle. Encima de que tengo que esperar otro largo retraso para que nos traigan la cuenta y pedirla dos veces porque parece ser que sumar un whiskey con un tequila es una operación muy difícil de procesar, lo único que alguien nos dice es que ya va a empezar la animación por si nos queremos quedar. ¿Ya va a empezar? ¡Dos horas después de que llegamos! Menos mal que no llegamos británicamente a las 10 de la noche que es la hora a la que fuimos citados. De todas maneras, por lo que alcanzamos a ver del animador argentino en lo que nos traían el coche, no hacía falta quedarse.
El ambiente
Y aquí va mi teoría. Lo difícil de poner un club swinger está en no confundirse con el término “exclusivo”. Un sitio exclusivo no es uno con poca gente, o al que sólo unos cuantos aspiren. Lo exclusivo radica en que son muchos los que quieren tener acceso, y entonces, el lugar puede, odiosamente, darse el lujo de excluir. Pero si nadie quiere ir, nadie puede ser excluido resultando en que se es solamente pretencioso y nunca se llega a lo exclusivo. Por eso las cosas no pueden nacer siendo exclusivas, ésa es una categoría que sólo se gana con currículum.
La paradoja del club, principio que se aplica a todo tipo de club, está en que sólo se puede tener nuevos clientes cuando ya se tienen varios, porque tan mal como suene, los socios del club son, precisamente, el producto que se le vende a otros socios. Por eso, las activaciones y los programas de incentivos son tan importantes a la hora de iniciar un proyecto de este tipo. Por muy bien armado que esté un club swinger, si el visitante no siente, desde que llega, que está en un mundo completamente diferente, la experiencia no funciona. Y eso es precisamente lo que ocurre en Pleasure Club; un espacio al que fácilmente le caben doscientas parejas, pero que sólo aspira a veinte y al que sólo llegan la mitad de ellas, un espacio que no invita a ser explorado, un espacio en el que lo único que hay que hacer es ver lo aburrido que están los otros asistentes no promete demasiado éxito. Lástima, porque como dije en el título de esta entrada, el lugar está hecho con muchas buenas intenciones.

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About the Author: Diego V

Diego y Mariana son una pareja swinger mexicana aficionada a contar sus historias y a compartir sus aventuras en el estilo de vida sw. Los autores detrás de "Jardín de Adultos", "¡Mariana no da consejos!", "Breve Manual para Swingers" y otros muchos proyectos dirigidos a dar información sobre el ambiente liberal y a fomentar una cultura de diversidad, sexo positivo, y educación responsable.

0 Comments

  1. Buen dia

    Contacto con Ud. para proponerle un intercambio de enlaces mediante el cual vernos mutuamente beneficiados.

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    Gracias por la atención.
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    Lucy LomasPrivee Staff

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