Qué todas las noches sean noches de boda…

  Son vecinos, nosotros no lo sabíamos por aquello de que vivimos en la hipérbole de la clandestinidad, pero ellos, ingenuos al fin, no dudaron en darnos al primer correo los puntos de referencia geográfica que nos dieron luz al respecto. Nos agradó la idea, por supuesto. La gente que vive en tu barrio generalmente tiene un orden de prioridades similares al tuyo, y en extenso mail que enviaron a manera de presentación, nos dimos cuenta de que así era: Ortografía impecable, que para nosotros es el equivalente web al buen aliento, redacción imaginativa y lleno de referentes que nos dieron, al instante, la comodidad de saber que aquí estábamos tratando con un par de buenos tipos. Además, no dudaron en contarnos la chick flick de su vida, y cursis como somos, nos parece indispensable que la pareja que tengamos frente a nosotros sea, en efecto, una pareja enamorada.

    Aparecimos en la puerta de su casa el día de su aniversario de bodas. Supongo que nosotros éramos los juguetes que tenían presupuestados para la celebración. No me quejo. Me encanta que jueguen conmigo, especialmente cuando quien lo va a hacer se parece a Vecina. Ella nos abrió la puerta y recuerdo haber pensado que en su foto no era tan linda como en la realidad. Vecina y Vecino son un par hermoso que, para hacer la humillación más grande, se cuidan al extremo tanto en lo físico como en lo ético. Confieso haberme sentido en desventaja. Afortunadamente, siempre llevo conmigo a Mariana que es mi mejor parte y con ella cerca es factible estar a la altura de cualquier competencia del ego.

     Conversación rica en torno a lo inmaculados que, en materia de lifestyle, eran nuestros anfitriones, y sin embargo ya se habían metido en par un cedes que garantizaban su interés por seguir en la faena. Luego cenita coquetona con pletóricas copas y postre especial. Más conversación sobre lo sexual y lo no sexual, sobre amigos y planes a futuro, sobre viajes y renta de autos, sobre caseros y sobre condóminos que pueden o no quejarse de los ruidos que las parejas en sus treinta emiten a la hora de demostrarse afecto. Hice entonces, lo que nunca hago (por falta de astucia, que no por moral), le tiré a Vecina un cable con un comentario que parecía distraído para saber si, a las pocas horas de la mañana, aquellos seguían interesados en explorarnos un poco más. Y aparentemente lo estaban.

 
     Jugar un rato a regresar a la secundaria abrió camino a un largo beso entre Vecina y Mariana. El beso a las caricias y mientras ellas cumplían la utopía del porno, Vecino y yo nos aproximábamos a oler, ver tocar besar y dejar llevar la piel hasta donde encontrara resistencia. Vecino no se separó de su mujer, es un hombre cauteloso y considerado. Es una de mis locuras inconfesables, pero me molesta un poco cuando siento que los hombres son como perros sin correa olvidando a su pareja para probar los deleites de la mía. No me lo tomen a mal. El prurito no está en que Mariana juegue con otros, eso me encanta, sino en que una chica sea abandonada a su suerte para que el otro, en plena urgencia de la novedad, pueda correr libre por las praderas. Es una manía, ya lo sé, pero es mi manía y le doy el lugar que se merece. Por eso me parece importante, que incluso en situaciones de intercambio total, entre ellos se miren, se toquen las manos, se hagan saber constantemente que están ahí porque son pareja. Vecino no suelta nunca a Vecina, la cuida todo el tiempo y la acompaña en su aventura de descubrir labios y pieles nuevas. Vecina, se deja llevar por la corriente pero como niña que no hace nunca de lado sus flotis. 

 
     Esas parejas nos encantan. Vecina y Vecino nos encantan mientras nos dejamos usar como divertimenteos en su fiesta de cumpleaños. Así que quedamos desnudos, un sillón frente a otro, ellos frente a nosotros, un jardin de espejos que, ya entrada la madrugada, prometía una repetición al infinito con matices y reflejos diferentes. Fuimos los afortunados que abrieron en ellos una puerta y ahora, queríamos permancer del nuevo lado.

      Al despertar, Mariana tenía ganas de hacer el amor.