Ella, él, y nosotros dos

Ella dice que necesita besarme. Yo le creo y me dejo besar para pasar la prueba número tres. Ella dice que la prueba uno es la de física, la dos es la química y que es indispensable hacer la prueba tres, la de los olores y sabores (organoléptica, le diría yo). Los primeros dos exámenes los aprobamos Mariana y yo en una pizzería de Coyoacán donde nos encontramos con L (ella) y E (él). Por eso, después de la cena tuvimos que transladarnos a la sala de nuestra casa, para sustentar ahí, al calor de la privacidad, el último examen antes de que nuestros nuevos conocidos nos certificaran como compañeros de cama. Mariana hizo el examen sentada en la piernas de E. Las dos mujeres compartían el regazo de un hombre que, con los ojos cerrados, adivinaba el caudal de saliva, que alevosamente, hacía en su paso de una boca a otra, mucho más ruido de lo usual. Supongo que ambos pasamos el examen, porque seguimos jugando a sacar barajas de un mazo. La más baja pierde y es castigada por la más alta.
Con ese ritmo es que perdimos la ropa y las ganas de estar vestidos. También perdimos la línea del espacio interpersonal y después de varias rondas de manoseo a Mariana le tocó quitarle el último bastión de tela que le quedaba a E. Cuando éste cayó supé que nadie le haría más caso a las barajas que estaban ya desaliñadas sobre la mesa.  La boca de mi esposa tiene un imán hacia la genitalidad masculina. L se vino a sentar cerca del grupo, desnuda, envolvió con las piernas a Mariana de manera que sus senos se oprimían contra la espalda de la otra. Mariana seguía en su hipnótica felación y yo atraído por el cuadro dejé que mis manos se pasearan impúdicamente por las pieles frescas de las chicas.
Cuatro personas estaban desnudas y compartiendo el estrecho espacio del love seat que, a pesar de ser la pieza de mobiliario más grande de mi sala, sigue siendo diminuto. E preguntó si teníamos una cama, y de hecho, la teníamos. Así que me levanté a recoger el ipod y el cargador y L fue a buscar una bolsa con sus juguetes. Cuando miré, me dí cuenta de Mariana y E estaban de pie, abrazados y en medio de un beso largo y entregado. Pensé en lo hermosa que se ve mi mujer cuando está desnuda. Pensé en lo hermosa que se ve mi mujer cuando descubre cuerpos. Pensé en lo hermosa que se ve mi mujer cuando es feliz, y me llevé de la mano a L a visitar nuestra recámara.
Armamos en un instante un ambiente fotogénico. Escogí una playlist moderadamente cachondona e iluminamos el cuarto con la tenue luz amarillenta que es tan grata para delinear lo contornos de las mujeres que habían ya habían encontrado sus espacio en la cama y en los cuerpos de la otra. Mariana está tendida boca arriba, L y E hacen equipo para complacerla.
L es una mujer hermosa y su figura perfectamente definida y caribeña hace lindo juego con lo Dionisiaco de nuestros planes. E es alto,  bien formado, vigoroso. No es difícil intuír por qué le gusta a Mariana. Estos dos ahora nos consienten y se dejan atender por nuestros mimos. Me parece que él está encandilado por la suavidad y estrechés de mi mujer, y yo no doy crédito al trasero y a la cintura con las que ahora tengo ocasión de jugar. Se trata de un intercambio justo y todos estamos felices con nuestros cómplices de cama. Algunas veces variamos un poco. Estiramos manos, cuello, lenguas, sexos, para atraer algo del placer que emane en el otro extremo del covertor. Las mujeres se besan en ocasiones mientras son penetradas una y otra vez por amantes recién estrenados, que no pierden ocasión de tocar y ser tocados. 
Juntamos varios orgasmos esa noche. El primero fue de Mariana casi al iniciar, el segundo de L que, encaramada en mí manipulaba un Magic Wand sobre su pubis y gritó tanto que me hizo pensar que si me corrían del edificio alegando escándalos inmorales, habría completamente valido la pena. Después de eso, parecía concurso. Cada vez que una de ellas encontraba un clímax, lo hacía cada vez más rápido, y cada vez más fuerte. Perdimos la cuenta, evidentemente. Pero el penúltimo fue mío dentro de Mariana, según nuestra vieja costumbre, y el último de E sobre ella, mientras L  y yo los mirábamos y nos acariciábamos el uno al otro. 
Al final, cansacio, sudor y endorfinas que volaban aleatoriamente por toda la casa. El placer de estar exhaustos. La felicidad el encuentro. El guiño tierno de la complicidad clandestina y saber que habíamos, del otro lado del espejo, encontrado a otro par como nosotros.

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About the Author: Diego V

Diego y Mariana son una pareja swinger mexicana aficionada a contar sus historias y a compartir sus aventuras en el estilo de vida sw. Los autores detrás de "Jardín de Adultos", "¡Mariana no da consejos!", "Breve Manual para Swingers" y otros muchos proyectos dirigidos a dar información sobre el ambiente liberal y a fomentar una cultura de diversidad, sexo positivo, y educación responsable.

0 Comments

  1. nos gusta su blog… nos lleva a plantearnos temas que no teniamos en cuenta.
    … estar expuestos a la "aprobación" de otros… lo importante que es un buen ambiente, fotogénico, si tomamos tus palabras… lo bueno de los juegos previos…
    Nosotros no somos swingers, pero hemos tenido encuentros con otras parejas que hemos disfrutado mucho… todavía nos resulta bastante raro todo ésto y, en blogs como éste, podemos ir conociendo las experiencias de otros… en nuestro blog, vamos contando las nuestras… es interesante ver que hay muchas parejas, como ustedes, como nosotros, que sienten placer en compartir sus "historias"… su felicidad…
    besos desde buenos aires de…

    nosotros dos

  2. Diego y Mariana, primer ves que escribo, llevo siguiéndolos un par de semanas, sin duda de lo mejor en este ambiente, ustedes con un estilo tan erótico sin caer en lo vulgar, gracias por compartir… En nuestras mentes han sido nuestros cómplices en nuestra intimidad, gracias.

    Isaac y Yayis.

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