Los liberales conservadores

Reflexiones sobre nuestra vida swinger

Al compás de unas almejas y unas chelas en la playa, una conversación con el siempre sesudo Chef Ibérico, me puso a pensar en lo paradójico del mundo swinger. Hablaba él de lo irónico que resulta la obsesión que los del gremio tenemos por las reglas. Reflexiono sobre mi propia experiencia y acepto que su afirmación tiene suficiente sustento. Pienso, por ejemplo que, del universo de artículos en internet dedicados al estilo de vida, es sensato pensar que al menos el noventa por ciento están dedicados al “decálogo de los swingers” o “las reglas imprescindibles del intercambio de parejas”. Lo primero que uno aprende al llegar a un club son normas de conducta, y por si fuera poco, la regla básica es una apología de la prohibición: “NO significa NO”. Convengo en que es, al menos, curioso que una forma de sexualidad tan alejada de las convenciones sociales se sustente tan firmemente en estatutos.

     Supongo que el quid está en la naturaleza misma de nuestra actividad. Casi todos los actos de liberalidad, desde andar topless en la playa hasta cultivar mariguana en sótanos acondicionados están orientados al desenvolvimiento del individuo. Quien los comete, busca algún beneficio para sí mismo y afronta él mismo las consecuencias de sus desiciones. No ocurre lo mismo con los practicantes del swing, quienes de una o de otra manera estamos vinculados a un segundo ser humano. Saltarán ahora los defensores de los singles, asegurando que no todos los que practican el lifestyle lo hacen en pareja. Suponiendo sin conceder que así fuera, ellos mismos no pueden negar que su práctica depende esencialmente de que haya una pareja involucrada, y por esa razón, la conservación de la unidad pareja es prioritaria.
      Swinguear no sirve para preservar a la pareja. Sirve para muchas cosas, pero básicamente sirve para diversificar los límites de la sexualidad en parejas estables, hombre-mujer y consolidadas en el más convencional de los criterios occidentales. Los solteros no intercambian parejas; cogen, juegan y se divierten con otros, pero no intercambian parejas porque los solteros no tienen parejas que intercambiar. Lo relevante es que, por muy liberales que seamos, estamos frente a una práctica que nace y se lleva a cabo dentro de un territorio que, en esencia, es conservador: el matrimonio y sus derivados. No sirve para preservar la unidad de la pareja, pero sí es su principal preocupación. Hagamos una analogía. El objetivo principal de un paracaidista es saltar al vacío, llenarse de adrenalina, explorar los límites de sus sensaciones físicas, y en fin, lanzarse en paracaídas. Sin embargo, no puede perder de vista que, para poder seguir saltando y haciendo otras cosas disfrutables, es importante conservar la vida. Por lo tanto, se preocupa en cada salto, por su seguridad. La conservación de la vida no es su objetivo, si así lo fuera se quedaría en casa a mirar televisión, pero sí es una prioridad. 
     En nuestro deporte, mantener la relación de pareja, cuidar la estabilidad emocional y la confianza de nuestro compañero, y desarrollar los lazos de complicidad es aquello que no podemos perder nunca de vista. Precisamente, porque sabemos que estamos frente a una práctica de alto riesgo, nos cuidamos lo más posible. Y como nosotros, en tanto individuos, no somos los únicos que afrontaremos las consecuencias, sino que los costos serán siempre repartidos entre dos, caminamos, como dicen los gringos, sobre cáscaras de huevos.  Los swingers somos, en general, bastante precavidos, casi paranoicos.   ¿Conservadores? Probablemente. Después de todo, nos importa mucho conservar aquello que tenemos y que queremos tanto, nuestra pareja.
     En términos prácticos, hay algo que apunta el Chef y que vale la pena tener siempre en mente. Una fórmula casi científica sobre las experiencias humanas: A mayor número de seguridades, menor número de experiencias. El paracaidista obseso por la seguridad, no se lanzará nunca del avión. Dicen que las reglas son para romperse, quizá haya algo de verdad en eso. Para Mariana y para mí, el viaje en el estilo de vida ha sido un constante estirar la norma, probar nuevas hipótesis y estar dispuestos a correr riesgos calculados. Establecemos nuestras pautas y luego nos preguntamos qué tan flexibles son éstas. El método de prueba y error nos ha funcionado bien, nuestros avances siempre fueron muy lentos pero aquí estamos: juntos después de mucho tiempo y swingueando cada vez con más soltura.

You May Also Like

About the Author: Diego V

Diego y Mariana son una pareja swinger mexicana aficionada a contar sus historias y a compartir sus aventuras en el estilo de vida sw. Los autores detrás de "Jardín de Adultos", "¡Mariana no da consejos!", "Breve Manual para Swingers" y otros muchos proyectos dirigidos a dar información sobre el ambiente liberal y a fomentar una cultura de diversidad, sexo positivo, y educación responsable.

0 Comments

  1. interesante paradoja… transgresores y conservadores… unas reglas se rompen… otras se respetan sin discusión…
    Somos swingers, y a su vez, monógamos… y de ningún modo existe una contradicción…
    muy interesante post… para reflexionar…
    besos desde buenos aires de…
    nosotros dos

  2. Según yo, la eterna discusión sobre los/as solos/as se resuelve en cuanto se enfoca la cosa desde el punto de vista de la esencia vs. la actividad. Yo considero que el libertinaje (léase "ser swinger") es en gran medida algo interno, se ejerza o no, y uso como analogía la tendencia sexual (se puede ser heterosexual y no coger jamás). En ese análisis, un/a solo/a puede sin problema alguno ser libertino. Admito que la prueba de fuego llega el día en que toca "abrir" tu propia pareja, pero me permito postularme sin pena alguna como ejemplo de lo que digo (y conozco muchos casos, naturalmente).

    Ahora bien, si ser libertino es algo que depende de lo que haces, de una mera práctica, entonces es imposible ser libertino y solo/a. Ahora bien, entonces también dejan de ser libertinos quienes se apartan por un tiempo de estas actividades chanchas; sucede que yo creo que esto se mete en la cabecita y ya no sale más (salvo que nunca hubiera estado realmente), y por ese motivo no creo tan ajustado a razón decir que el libertinaje es una mera práctica como decir que es una esencia.

    En _The Ethical Slut_ (_Ética promiscua_ en la versión castellana), las autoras describen a los swingers como gente de pensamiento "mainstream", y yo la verdad es que cuanto más vivo entre ellos más razón les doy a ellas. Somos colectivamente unos mochos de tomo y lomo (o de "a los bifes y a los lomos", je). Cualquier día, un swinger me dirá: "libertad, sí, ¡pero no libertinaje!")… como decía la gente de bien en los tiempos de Franco. 😀

    Y ya me callo. Ea. [Pero antes beso a Mariana, si se deja.]

    Certificado

  3. Queridísimo Don Certificado. Le pregunte a Mariana y dijo que sí se deja. Pero eso ya lo sabías. Por lo demás, estoy casi de acuerdo contigo aunque creo que debe haber una diferencia léxica: libertino y swinger, no son, en mi opinión, sinónimos. Los libertinos existen desde mucho antes (por eso creo como tú, que se trata de la esencia). Me parece que lo swinger sí se refiere a la actividad, a un estilo de vida, pues. No sé, pero como tú, yo también temo que un día de estos un swinger o un libertino me salgan con la frase franquista. Abrazo, querido,

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Recommended
Nos gustan los disfraces.También los fetiches. Nos gustan los cuerpos…