Solaz

Anécdotas de nuestra vida erótica

El ritual tiene un currículum bastante novato. Ocurre a discreción algunos domingos en los que Mariana prefiere vivir en la cama y no poner pie en el mundo real. Esos días, casi siempre los dedicamos a Netflix y a comida empaquetada en unicel. (Mentira, aborrecemos el unicel pero no sé cómo se llama el plástico ese transparente en el que envuelven la comida).

Sin venir a cuento, la ropa comienza a estorbarle entre una escena y otra de How I Met your Mother. Así, de pronto, hay pantalones y pantaletas en el piso de la recámara. Yo he aprendido a mantener la calma, pero sé que su mano no tardará en venir a buscar mi pene bajo la sábana. Yo he aprendido a mantener la calma, insisto, porque también sé que el objetivo de la expedición punitiva no es mi placer si no lo grato que ella encuentra la sensación de mi crecimiento en su palma. Así se pasa, tal vez, la mitad de un capítulo, a veces, un capítulo entero, hasta que Mariana se estira para encontrár en su buró un vibrador.
Da inicio, con esa acción, una jornada que durará hasta entrada la noche. El vibrador se sumerge en las cobijas y ella comienza a producir los sonidos que ponen de tan mal humor a nuestros vecinos. Trato de dividir mi atención entre Mariana y la tele, y como la esquizofrenia no se me da, me quedo pasmado. En cambio para ella, multitasker a fin de cuentas, no es problema producir, a velocidad record, el primer orgasmo y seguir con claridad la línea dramática de la serie.
Se recupera pronto, me pide agua y cuando regreso está construyendo el segundo crimen perfecto. Le pido permiso para apagar la tele y así ayudarla, pero no quiere, se está divirtiendo mucho, y yo empiezo a pensar que estoy de más. Tal vez lo esté, pero prefiero encontrar mi lugar, así que espero un par de minutos a que sus músculos se empiecen a contraer y entonces hago alguna de las cosas que sé que la excitan, puedo, por ejemplo tocar sus pezones y morderle los hombros. Grito, gemido, grito y listo.
Ahora que ya ha terminado (el programa), podemos apagar la tele y yo me limito a verla iniciar de nuevo. Esta vez, yo también me masturbo porque la imagen de mi mujer encendida y con la pelvis levitando, me nubla por completo. Podemos seguir jugando a que la toco en intervalos, pero pronto, una señal de sus labios entreabiertos me dice que es buena idea hincarme frnte a su rostro y meterme en su boca. Desde ese ángulo, todo es remolino, mis manos, su lengua, mis ojos, su sexo. La corriente la arrastra y otra vez, grito, gemido grito y listo. La piel le vibra y quiere dedicarse a mí. Me hago para atrás y me dejo lamer. Lo que más me gusta de que me hagan sexo oral es su silueta y los movimientos oscilantes de su trasero levantado. Me contengo para no venirme pero ella me pide que siga. Eyaculo.
Después de una siesta me despierta el ruido de la televisión, miro a Mariana de reojo y descubro que ella y su vibrador han iniciado de nuevo. A veces follamos, otras sólo nos manoseamos el uno al otro o cada quien lo suyo. Nos detenemos para comer, y dormir, yo me detengo también para seguir viendo la tele, pero ella no. Con ese ritmo, cuando el ritual ocurre, es usual que en un domingo logremos terminar una temporada completa.
Foto: Krysta Kaos, via: Sicalipsis

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About the Author: Diego V

Diego y Mariana son una pareja swinger mexicana aficionada a contar sus historias y a compartir sus aventuras en el estilo de vida sw. Los autores detrás de "Jardín de Adultos", "¡Mariana no da consejos!", "Breve Manual para Swingers" y otros muchos proyectos dirigidos a dar información sobre el ambiente liberal y a fomentar una cultura de diversidad, sexo positivo, y educación responsable.

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