El paraguas y la orgía

Sexo swinger y antídotos contra la devastación

Sexo en tropel y antídotos contra la devastación

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Y que se nos está cayendo el mundo con un virus malhadado. Y que hay veces que el corazón no aguanta más y la gente necesita de la gente. Y que, mientras jugamos a la escalera loca de la vida, fuimos ansiosos a naufragar en la alberca de los Gatsby del Norte. Hay personas que, desde que las conoces, te dan amor a manos llenas. Ya después sabrán si uno lo merece o no, pero primero disparan y luego averiguan. Los regios son así, y los Gatsby son de lo que ya no queda. Apenas pisamos el aeropuerto de Monterrey, fuimos mimados y consentidos por ellos, tanto que uno tiene que preguntarse por qué no podemos los adultos vivir haciendo la visita. La cúspide de los apapachos vino, entonces, el sábado en la noche cuando hicieron de las suyas para reunir a un pequeño comité con algunas de nuestras personas favoritas y, a quienes por maltrato de la lejanía, vemos muy poco. Así se escribe la apología última de la existencia, con la algarabía del encuentro, bailes, cantos y cuerpos desnudos aullando desbocados..

Nadie tiene porqué saber las historias que arrastramos los humanos, pero en las bacanales hay un sinnúmero de suplicios escondidos que, por unas horas, acceden a darnos tregua para dejarnos seguir sobreviviendo. Aquellos tienen un problema familiar que los aqueja. A estos otros, los asfixia la carga laboral y ya no encuentran la salida. Los que están allá, por el contrario, no han tenido trabajo en estos meses ominosos y tampoco ven para dónde hacerse. Ellos pusieron en pausa su invierno marital para venir un rato a ver la luz en una de esas noches desbordadas. Y algunos otros seguimos cargando duelos que amenazan con vivir de okupas en el corazón hasta nuevo aviso.  En fin, que hay cuentos que contar, pero será en otros espacios, porque esa noche era para hacer desfiguros. Eso intentábamos, desperdigados por la alberca en pequeños azarosos grupos, jugábamos a probar suerte con la alevosía del que sabe que su moneda al aire tiene un águila de cada lado.  En esos momentos, no se podía estar mejor. Y el cielo que se pone de acuerdo con la tierra para hacernos la mala pasada de soltar sobre nuestra juerga un grosero chubasco al que sólo le faltó cantarnos lero lero para sumar agravios al insulto.

Mariana estaba afuera de la alberca teniendo con un amigo hipersexuado un momento nada sexual y tan intenso e íntimo que ambos ignoraron la tormenta y continuaron con la conversación sin inmutarse. Pensé, desde la distancia, que esa era una de las cosas que esos dos tienen en común. Por eso han de caerse tan bien. Por eso los admiro tanto; porque son de los que ven la tempestad y no se hincan. Vaya, ni la pelan. Ellos en lo suyo y el mundo podrá, si le apetece, decir misa. Para los demás, la perspectiva no pintaba tan bien. La lluvia implacable caía replicando al mundo que nos rodeaba, arruinaba todo, frustraba las ganas de fingir demencia. Nos acosaba con su boba metáfora del cielo se nos viene encima. Pero no. Porque Gatsby no se deja arredrar por los ocasos. No es viejo, pero habla como si lo fuera y dice: “A mí edad, los días valen más”. Este día valía mucho, y él no estaba dispuesto a dejarlo morir solo.

Fue una idea simple. Tan simple como un paraguas para cubrirnos de la lluvia. Más bien, una sombrilla que, extendida tapaba menos de una décima parte de la alberca. Los empresarios dicen que las crisis son oportunidades. Que el cielo se siga cayendo, si quiere. ¿Qué necesita una orgía para despertarse? Que los los cuerpos se acerquen los unos a los otros y argamasa modele la impudicia. Y que así ocurre cuando, para huir de la lluvia, todos nos cobijamos en un minúsculo espacio en el que el único remedio era dejar que las manos y los labios hicieran lo que mejor saben hacer cuando no hay distancia de por medio.

La metáfora boba se convirtió en hermosa, una sarcástica venganza contra el drogadicto de Baltimore; nosotros, en una cápsula diminuta, fornicando chiflados mientras el mundo hace sus rabietas.

Desnudo fotográfico de Charles Nevols
Fotografía de Charles Nevols

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About the Author: Diego el de Mariana

Diego y Mariana son una pareja swinger mexicana aficionada a contar sus historias y a compartir sus aventuras en el estilo de vida sw. Los autores detrás de "Jardín de Adultos", "¡Mariana no da consejos!", "Breve Manual para Swingers" y otros muchos proyectos dirigidos a dar información sobre el ambiente liberal y a fomentar una cultura de diversidad, sexo positivo, y educación responsable.

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