La banda regia

La banda regia, una historia swinger

Historia de una fiesta swinger en Monterrey –

Cuando aterrizamos en la Ciudad de México, mi boca aún conservaba ese saborcito a quiero más que de niño me dejaban los chocolates Carlos V. Fue una locura ir a pasar el fin de semana a Monterrey, pero fue una locura de las afortunadas. Todo fue culpa de Sir Anfitrión y su señora, quienes insistieron en que fuéramos a la fiesta de cumpleaños de una de nuestras queridas amigas. Esa ciudad me vuelve loco, y desde que aceptamos felices la invitación, comencé a saborearme sus delicias. ¿Quién me iba a decir a mí, chilango chovinista, que desde la primera vez que fuimos a la Sultana del Norte, íbamos a enamorarnos de todo lo que hay ahí y que, ahora, a la menor provocación añoro ir a encontrarnos con nuestros amigos de por allá?
     Lo que pasa es que los norteños se cuecen aparte y todo lo hacen en extremo. La comida nos vuelve locos, y el célebre calor facilita las cosas para andar en pelotas. Pero más allá de eso, los regios se entregan a manos llenas y eso nos enamora profundamente. Comen con madre, beben con madre y parrandean como si no hubiera mañana. Obviamente, en aquello que compete a este relato, el sexo, también son epicúreos natos. ¿Cómo negarse pues a la perspectiva de pasar la noche del sábado en una de esas tertulias que tanto prometen?
     El acuerdo con Lady y Sir Anfitriones es que guardaríamos absoluto silencio sobre la visita. No se podía correr el riesgo de que algo despertara la suspicacia de la festejada y la sorpresa de su fiesta se arruinara. Así que, ni siquiera los otros invitados sabían que estábamos en la casa. Tanto misterio, solo hizo las cosas más divertidas, porque cuando nos revelamos frente a los ya conocidos, pudimos apreciar cómo se ven los ojos cuando están sinceramente emocionados. Beso tras beso y risa tras risa nos dieron la bienvenida a esa Liga de la Jácara de la que cada vez nos sentimos más miembros. Y así fue como a las diez de la noche, se inauguró oficialmente una de las fiestas más divertidas en las que hemos estado.
Algunos éramos una especie de estaciones. Otras, una suerte de aves de paso que recorrían sin prisa las manos y los besos disponibles.
     La casa parecía haber estado diseñada ex profeso para albercadas swinger. Tal vez éramos quince parejas, y yo no podía evitar mirar a las mujeres con algún impertinente grado de impudicia, consecuencia lógica de reunir a tantas señoras atractivas y vestidas con transparencias. Pero éstas duraron poco sobre sus perchas, porque antes de que pasara una hora, la mayor parte de los asistentes estábamos desnudos y en la alberca. Así es como debería ocurrir la vida. Gente abandonada a labores sensuales sin que nadie tenga motivo alguno de mortificación. Algunos éramos una especie de estaciones. Otras, una suerte de aves de paso que recorrían sin prisa las manos y los besos disponibles. Creo haber intercambiado esa noche más de diez litros de saliva. Recuerdo haber estado orientado en la extracción subacuática de orgasmos dactilares en intercambios de abrazos con buenas conocidas y buenas por conocer. ¡Qué lindo es eso de librarse de códigos vainilla a la hora de conocer gente! Tan grato que es acercar lentamente la boca y descubrir como unos labios aún sin nombre se acercan respondiendo la invitación.
     Entre la música y el ruido de la cascada alcanzaba a escuchar el climático crescendo de gemidos de mi esposa. Me alegraba saber que ella estaba tan arrebatada como yo. Lleva cuatro, pensaba y volvía a mis tareas de anémona marina, hasta que el número cinco se dejaba venir. Cuando nos dio frío, salimos y seguimos la fiesta con la piel seca y el corazón empapado. Unos se perdían en el playroom. Otros ocupaban los sillones de la sala y otros más aprovecharon la madrugada para socializar por medio de la charla. Así aprendí muchas cosas sobre las personas a las que estaba conociendo. Aprendí por ejemplo, que quería conocerlas más.
     Salió el sol y me sorprendió con unos hermosos labios rodeando mi trasnochada erección. Hice un recuento de los últimos meses de mi vida para definir la razón por la cual el destino me estaba premiando. Pero no recordé ninguna buena acción. Al menos, no tan buena. No había explicación. Algunas veces uno simplemente tiene suerte, y ya. Mariana y yo tenemos suerte de que estas personas nos hayan albergado con tanto amor. Y entonces, cómo no voy a suspirar siempre que pienso en la banda regia, en su carne al fuego y en su calor húmedo y extremo.

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About the Author: Diego V

Diego y Mariana son una pareja swinger mexicana aficionada a contar sus historias y a compartir sus aventuras en el estilo de vida sw. Los autores detrás de "Jardín de Adultos", "¡Mariana no da consejos!", "Breve Manual para Swingers" y otros muchos proyectos dirigidos a dar información sobre el ambiente liberal y a fomentar una cultura de diversidad, sexo positivo, y educación responsable.

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