Viagrafía de un swinger

Estaba yo junto al mar, una deliciosa sueca, a la que aún recuerdo con cariño, estaba abajo de mí, y otros cientos de personas tenían sexo despreocupado a nuestro alrededor. Mariana, a unos cuantos metros, ejercitaba la cuerdas vocales, los muslos y otros músculos más íntimos con su respectivo sueco que, por un fenómeno de la variedad, no era pareja de la sueca que estaba conmigo. No recuerdo en toda mi vida una escena más caliente y sin embargo…

Y sin embargo luego de tratar de disimularlo de varias formas, ella se dio cuenta. Demasiada información para que mi cerebro pudiera prescindir de la sangre que el cuerpo utiliza para fabricar erecciones. Los mexicanos somos muy así; ciframos buena parte de nuestra seguridad en la natural capacidad de estar siempre listos para penetrar, y al menos en mi caso, no es para tanto. Había estado teniendo mucho sexo, no sólo ese día sino también los anteriores, desde que empezamos a jugar oficialmente en la liga del Equipo Sueco de Swinging. Además, eran demasiados los estímulos que había en la periferia, y hasta ahora lo confieso, me era imposible sólo dejarme llevar y funcionar.

Me dijo lo que dicen todas, no te preocupes no es para tanto, a mi marido le pasa lo mismo en situaciones como ésta; él también odia los condones. A diferencia de lo dicen las demás, ella, además, ofreció chupármela para que yo no diera la sesión por perdida. Así lo hizo, y pronto todo volvió a la normalidad. Por la noche fuimos todos juntos a bailar y me sentí un tanto herido cuando ellq misma me pasó media pastilla de Viagra. A lo mejor te duele un poco la cabeza, pero vale la pena. Y valió la pena.

Insisto, los mexicanos somos muy así. La pastilla azul me parecía algo que sólo los abuelitos desesperados pueden consumir. No soy un veinteañero, me queda claro, pero eso de necesitar viagra… Despúes, a la hora de los tragos, toda la rama varonil del equipo sueco platicaba entre ellos y con algunos miembros de la selección alemana sobre medicamentos erectores. Si fueran tenistas, hubieran hablado así de sus raquetas, pero no eran tenistas, eran swingers y hablaban de pastillas. Como la noche estuvo muy bien, y los condones no hicieron mella alguna en mi desempeño, cada vez que me las ofrecían las tomaba y cada vezlo hacía con menos culpa. Ellos tenían suficientes porque venían preparados para el viaje, las empacaron con la misma diligencia con la que se empacan los preservativos, el lubricante o los juguetes.

Después se volvió una conversación normal y a la hora de jugar me sentía tan tranquilo, tan confiado y tan listo para pasarla bien, que el resquemor que me daba al principio tomar la pastilla azul desapareció por completo. De regreso a casa averigué todo sobre el sildenafil, sus parientes y dónde comprarlo sin desequilibrar el presupuesto familiar. Ahora, si salimos de exploración nocturna llevo una tableta. Nunca hablo de ello con nadie, y al tomarla soy mu discreto , no es que me avergüence, es sólo que los mexicanos somos muy así…

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About the Author: Diego V

Diego y Mariana son una pareja swinger mexicana aficionada a contar sus historias y a compartir sus aventuras en el estilo de vida sw. Los autores detrás de "Jardín de Adultos", "¡Mariana no da consejos!", "Breve Manual para Swingers" y otros muchos proyectos dirigidos a dar información sobre el ambiente liberal y a fomentar una cultura de diversidad, sexo positivo, y educación responsable.

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