Soñando despiertos: Fun4two

     Hace unos ayeres navegaba por internet y descubrí Desire. Me pareció un sitio imposible y aunque los precios se encontraban en el rango de lo prohibitivo -debemos recordar mi salario de profesor- me enterqué hasta que conseguí llevar a Mariana a pasar ahí las mejores vacaciones que habíamos tenido hasta el momento. Gracias a la gente que conocimos en Desire, pudimos visitar New Horizons en Seattle, y eso también fue la gran cosa. Luego, una novela de Houellebecq, me desveló Cap d’Agde y eso sí que se trataba de una utopía pornográfica. Leí todo lo que encontré al respecto y hace dos años, tarjetas de crédito a tope, y empeñada la educación universitaria de la hija que no tendremo, nos lanzamos a un sitio que, hasta la fecha, todavía no logro describir en toda su complejidad. Cap es, por mucho, nuestro lugar perfecto en todo el mundo y, lo mismo que pasa con todos los procesos de enamoramiento, no es imposible comprenderlo; todo se reduce a una sobresimplificación eterna: “Es que los europeos son otro pedo”. 

    Pero el internet es otro de mis múltiples vicios y no dejo de toparme con destinos que parecen inusitados, paraísos improbables que están a dos clicks de nuestro Google y a muchos kilómetros de nuestras gónadas. Y sin embargo… se ven tan divertidos. Y por otro lado, están los que dicen que soñar no empobrece, pero no me estoy haciendo más joven y no veo manera de dejar de pagar renta o ahorrar para nuestro retiro que cada vez se promete más indigno. Y sin embargo… se ven tan divertidos. Ahí están, del otro lado del mundo, prometiendo que si los visitamos antes de que la piel de nuestras rodillas llegue al piso, nos la pasaremos increíble, tendremos más historias que contar y lo más importante: tendremos una prueba más de lo mucho que nos gusta vivir.

     Por eso, y para calmar un poco mis briosos y jariosos caballos hoy decidí una nueva seccinó para el blog: Soñar despieto, espejos imposibles, laberintos que no se alcanzarán en poco meses y sin embargo… 

     La primera de hoy es Amsterdam, con todos los estereotipos que eso conlleva: La marihuana legal, las suripantas de aparador, la habilidad de, con venia policiaca, follar en los parques y compartir la bicicleta con cualquier otro transeunte, me hacen dar vuelcos del corazón.  De todas maneras, lo que más se me antoja del país que inventó el queso Gouda es pasar un fin de semana locochón en Fun 4 two. Les platico: se trata de un club swinger campestre en el que, a juzgar por las fotos de su sitio web, nadie reparó en lujos. El club tiene muchas secciones, salones decorados como pubs, un área de masaje tántrico, baño de vapor y un jacuzzi de proporciones bastante generosas, entre otras linduras. Se antoja para ser un sitio donde perderse y explorar -como los muslos de algunas. 

       Dicen, los que saben al respecto que al Fun 4 two, va la gente la más bella lo que en estética holandesa, me imagino, será el equivalente a los semidioses, pero sea o no cierta esa parte, el ambiente es fantástico, incluso en cierto momento y por protocolo del sitio, el DJ suena una cancioncita en particular y todo mundo queda en ropa interior y listos para explorar los concurridos playrooms. 

      Sea entonces ese, uno más en mi lista de puntos de interés que debemos conocer antes de que el impetú se me agote por completo. Y si es que no se hace, pues ni modo, espero que alguno de ustedes, queridos lectores, se lance y nos cuente sus aventuras.

      Y por cierto, aprovecho para abusar de todos ustedes. Estaremos haciendo maletas para visitar por primera vez Nueva York, Nueva York a fin de este año y nos emociona mucho. Pero aparentemente, la escena SW no es tan abrumadora como habíamos imaginado. Ustedes, queridos, ¿conocerán cosas buenas para recomendarnos?