de vibradores con poderes “mágicos”

No soy aficionado a las soluciones “New Age”, pero pasamos el fin de semana en uno de esos pueblos con tradición turismo alternativo, temascales y fotos del aura. Así que nos venía bien estrenar el juguetito que me mandaron los de California Exotics. Resulta que sacaron una línea de anillos genitales con imanes, se supone que éstos tienen poderes curativos y que por lo tanto añadirán más potencia y, cuando menos, mejor vibra, a los encuentros sexuales. Lo de la buena vibra me queda clarísimo, porque además de dos anillos, uno para colocarse alrededor del pene y otro para soporte de los testículos, el bártulo incluye una balita de esas que tantas horas de placer no proporcionan a Mariana y a mí.

Por eso es que la noche no tuvo desperdicio. Ponernos en onda neo hippi, para terminar follando con un adminículo de silicón enredado en el paquete tenía una buena dosis de sentido del humor, y por el otro un ambiente deliciosamente sensual. Ya saben, velas arómáticas, aceites eseciales y un zumbido de tres velocidades equilibraba suficientemente bien la atmósfera en un mundo donde dos personas no querían sino estar juntos y proporcionarse diversos orgasmos. Lo confieso, no soy fanático de los anillos. Por Dios que, teniendo un pene de ancho bastante estándar, de todas formas, el amarradijo ese me aprieta y me incomoda bastante. Por otro lado, tiene la ventaja de que, no importa cómo se mueva Mariana ni en qué postura nos agarre el deseo, el vibrador sigue estimúlándola precisamente donde debe. Lo usual es que usemos sólo la bala, y ésta acabe bailando en solitario en algún rincón de la recámara mientras las manos inquietas se desesperan de buscarla sin dejar de tocar piel, que a fin de cuentas es el objetivo primario. Con el anillo, el problema se soluciona y Mariana recibía caricicias intrépidas de un corazoncito, estratégicamente colocado en altorelieve en el centro del juguete, algunas veces en el clítoris y otras en el trasero.

Yo la pasé de lo más divertido. Ella, supongo que la pasó bien, porque mientras dormía a mi lado, descubrí gotas de sangre en mi pecho que brotaban del rastro de sus uñas cuando ella montaba sobre mí.  Si los imanes sirven o no sirven, ya le tocará a alguien más averiguarlo. A mí, la verdad, me dan lo mismo.