Fuimos a la inauguración de Opus, club swinger. El nuevo lugar promete desde su arranque una experiencia muy positiva para parejas liberales.
Nace Opus, alternativa sw muy chic
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No hay nada que parezca improvisado en Opus. Se llega al lugar como a cualquiera de los restaurantes y centros nocturnos que le dan a Insurgentes Sur esa personalidad tan tradicionalmente suya. Valet Parking de cien pesos, y un individuo que, desde la calle, señala la entrada principal. La alfombra roja resalta la escalera por la que se sube al segundo piso, y en el descanso, la luminosa piña invertida deja claro que estamos en el lugar correcto.
Después del registro, nos reciben dos edecanes esculturales pintadas de dorado quienes ofrecen sendas copas de vino blanco. Una anfitriona nos lleva a conocer el local. El recorrido dura poco tiempo; el espacio es relativamente pequeño además de elegante. El tamaño, los acabados del lugar, y los precios anunciados en su página web dejan saber que el club está pensado para un mercado muy restringido.
La experiencia en Opus, club swinger
Nos llevan a conocer el playroom, lo llaman cuarto rojo. Paredes acolchadas cubiertas de terciopelo recuerdan cabarés de antaño. Es grande en relación con el resto del club. Algunas camas están listas para ser usadas porque el ambiente invita, aunque las pantallas que pasan Playboy TV iluminan demasiado para mi gusto. Se agradece el refinamiento en el decorado. Al fondo, un rincón reservado para BDSM, ostenta una cruz de San Andrés que, supongo, cumplirá más fantasías fotográficas que sesiones de latigazos. El sonido está aislado para que la música del salón no se cuele, y dentro pueda haber una playlist más sexosa. Yo lo agradezco porque follar sin Kabah de fondo es una de mis obsesiones, y me queda claro que no siempre lo permite la infraestructura. Así que es evidente que al local le hicieron las adecuaciones necesarias para un club swinger en todo su esplendor.
Llegamos justo a tiempo para que nos dieran la última mesa de la pista. Ordenamos dos ginebras. El mesero, cortés, pero un tanto irritante, nos dijo que para ocupar la mesa necesitábamos comprar una botella. Le dije que entendía perfectamente (porque así estaba establecido en la invitación) que el consumo mínimo esa noche sería de 1800 pesos y que tenía planeado honrar tal compromiso. Una botella no íbamos a pedir, pero consumiríamos más de lo solicitado de cualquier otra manera. Habiendo acordado sobre el particular, el atento joven trajo nuestras copas y se empeñó, el resto de la noche, en un excelente servicio.
(Aquí, debo hacer una pausa en el relato porque nobleza obliga a declarar que, más tarde, uno de los dueños del lugar, el Señor Gurú, se acercó a nuestra mesa y se encargó de nuestra cuenta. Así que abrazos a él y a sus socios por ese gesto tan lindo).
Salvo por el humo, al que el DJ parecía muy aficionado, se puede ver a los demás asistentes desde casi cualquier lado. Nuestra mesa, además, estaba en la entrada, lo que nos facilitaba saludar gente mientras iba llegando o cuando tenía que cruzar al baño. Los miembros más privilegiados pueden ocupar sillones del segundo nivel que les permiten, literalmente, sentirse un poco por encima del resto. No termino de entender esa costumbre de buscar razones para separar a los que, en principio, quieren estar juntos, pero supongo que la influencia del estratificado mundo vainilla no puede abstraerse por completo del nuestro.
Los baños son semi-mixtos. Es decir, hay gabinetes separados por género, pero las áreas comunes son para todos. Eso incluye el lavamanos y, tal y como ocurre con tantos espacios de esparcimiento en este país, hay un hombre distribuyendo toallas de papel y fungiendo de asistente general. Yo no reparo mucho en ello, porque de por sí, la costumbre del fámulo de lavatorio me cae bastante gorda, aunque entiendo su utilidad. Sin embargo, Mariana lo nota y piensa que salir a acomodarse la tanga frente al escrutinio del don, tal vez no sea lo más cómodo. En fin, los swingers (en particular los mexicanos) somos peculiares con eso del servicio y solemos fácilmente sacrificar privacidad por comodidad, pero no es lo mismo la pista de baile que el baño ¿no? Me pregunto cómo se perciben esas coyunturas desde los ojos de parejas primerizas.
La inauguración de Opus fue exitosa
El cuidado en producir una noche memorable era evidente. La gente bailaba sobre una pista iluminada de lo más cuca. De cuando en cuando, el baile se interrumpía por algún espectáculo de danza aérea, o suspensión capilar (impresionante), o un bailarín imitador de The Mask capaz de mantener una sonrisa constante en los invitados. Todo bien vibrado y feliz. Las chicas pintadas de dorado pasaron, en algún momento de la noche, a regalar una petite botella de champaña por pareja, un detalle que va mucho más allá de lo simbólico, haciendo evidente la intención de dejar un buen sabor de boca.
Hicimos dos excursiones más al play para ver cómo se comportaba. En la primera nos topamos con una pareja, y en la segunda, con otra. No vimos el caso en hacer una tercera porque nos pareció que jugar no era la actividad favorita entre los asistentes de esa noche. Para cuando nos fuimos, había otro show en puerta. No sé de qué habrá sido, pero imagino que fue lindo.
Nos gustó el lugar porque se nota hecho con amor. Claramente, pretende destacarse ofreciendo una experiencia muy exclusiva. ¿Lo logrará? No lo sé, apostar por segmentaciones demasiado pronunciadas, a mí siempre me parece arriesgado. Espero que sí, porque creo que esta ciudad merece tener cada vez más y mejores espacios. Además, pienso que el empeño y el cariño deben ser recompensados con una base de clientes sólida. Si lo consiguen, Opus puede fácilmente convertirse en un nuevo referente capitalino y competir directamente con opciones como Sensuale.
Los estrenos son engañosos. Dicen los que saben que el verdadero reto comienza en la tercera función, cuando lo extraordinario se convierte en disciplina y las buenas voluntades se tornan en clientes de verdad con expectativas y exigencias reales. El desafío es, por supuesto, ser capaces de construir una comunidad propia y constante, parejas que los visiten con regularidad, que se sientan en casa y que aboguen activamente por la marca. Después de todo, la infraestructura es primordial, pero lo que busca la gente que va a los clubes swinger es… más gente.
¡Enhorabuena y el mejor de los éxitos para Opus!
Buenas noches. Somos una pareja brasileña que estaremos en CDMX a turismo y gustaría de conocer un swinger club. Dentro de los mejores (nivel y gente bonita) cuál recomiendan? Sensuale y Opus son las mejores?