No es ningún secreto para nuestros lectores que nos encanta la fiesta en Monterrey. La gente del norte está hecha de buena vibra y de ganas de pasarla bien. Por eso, la invitación a conocer Aftr, el nuevo club swinger de Monterrey que únicamente admite parejas validadas, nos llenó de felicidad liberal.
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Aftr Club, una propuesta swinger exclusiva para parejas
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Sí, un poco de envidia me dio que Aftr estuviera en Monterrey y no en la CDMX, o al menos, más cerca. ¡Pero, felicitaciones! Porque alternativas de vida liberal no faltan en esa ciudad tan proclive a la pachanga y aún así, a alguien se le ocurrió dar un paso más allá y montar uno de los clubes mejor puestos del país.
Aftr se sale del molde de lo común. No aspira al mayor número de gente por noche ni a ser la pasarela VIP más pisaverde. Más bien, escapa un poco al pasado y busca convertirse en el centro de una comunidad swinger formada por parejas comprometidas en una relación estable. Ofrece unas instalaciones pequeñas e impecables armadas con la sofisticación traviesa de alguien que sabe seducir.
Los asistentes son miembros registrados y aprobados por un comité de selección que garantiza que las parejas sean quienes dicen ser. No admite parejas casuales, ni mucho menos amigos que se pusieron de acuerdo para ir una noche a “explorar” de qué se trata esto de esto de los swingers. La prioridad es ofrecer un entorno seguro en el que todo el mundo esté en igualdad de condiciones y evitar las famosas historias de terror de “anoche tuve sexo con un tipo que le pagó a una escort para que lo pusiera donde hay”.
Aftr, sólo parejas swinger
Quienes estén dispuestos a pasar los filtros de seguridad, obtienen a cambio el derecho de asistir a un sitio discreto y bien equipado para la felicidad policonyugal. La entrada es a través de una escalera que sube hasta un telón rojo que recuerda cabarés de antaño. Después, el pasillo de un hotel con seis habitaciones muy lindas que es posible reservar para recibir compañeros de juego en privado o para pernoctar luego de los excesos que demanda este deporte. Los cuartos, además son bastante fotogénicos así que sugiero empacar un par de outfits por si quieren hacer material para redes sociales del ambiente.
Pasando una puerta blanca encontramos el club. Un local con tres secciones. El bar y pista de baile, una sala de pole y el playroom. En la zona de bar ocurre la mayor parte de la fiesta, y si hay mucha gente y la música está muy alta, la experiencia puede aturdir un poco. Sin embargo, la sala de pole ofrece una sensación más moderada. El volumen de la música baja un poco y los sillones del rededor permiten descansar las piernas después de la bailadera, a menos claro, que se quiera utilizar los tubos y ser el centro de atención. Literalmente.
Desde el bar, una ventana indiscreta permite ver el interior del playroom. El espacio aquí es considerablemente amplio en comparación con resto del club. Las prioridades son claras. Hay una cama enorme con espejos en el techo, un mueble sexual curioso y una cruz de San Andrés. Un perchero, al fondo, dispone varios juguetes y amarres para divertimento de los usuarios. En fin, hay de todo.
Nosotros fuimos con la excusa de una doble fiesta de cumpleaños. El tema neón es, de suyo, bastante llamativo porque el ambiente se llena de contornos sensuales y los ojos no tienen lugar para el descanso. No es que nos sorprendiera que la concurrencia fuera guapa y divertida; siempre hemos encontrado que la mayor parte de la gente en las fiestas del medio en Monterrey es así. Pero es grato estar en una ciudad ajena y seguir sintiéndose en casa. Entablar conversaciones es fácil; todo el mundo es muy amable y dispuesto.
El salón principal nos saturó pronto; demasiado volumen para nuestro gusto y poco lugar donde sentarse. Sin embargo, el pasillo del hotel, amueblado con dos largas mesas altas y suficientes sillas se convierte en salón fumador y en área no oficial de plática y ligue. Como es nuestra costumbre, ahí estuvimos buena parte de la noche interviniendo en todo tipo de charlas que ocurrían y viendo pasar el desfile de parejas que entraban y salían de los cuartos. Porque de que la gente jugaba, la gente jugaba.
En todos los clubes, el pole es territorio de las chicas y los hombres son voyeristas extasiados, pero mientras intercambiábamos plática con quien tuviéramos en frente, conocimos a una pareja linda y particular. Él es el artista del tubo y claramente le ha dedicado varias horas de entrenamiento al oficio. Me pareció una genial forma de hacerse notar, y aparentemente funciona bien, porque en el club todo el mundo los ubica.
Nos invitaron a la sala de pole a verlo bailar así que los seguimos. Ella habló con el DJ para pedir la canción y él se preparó para el espectáculo. La disposición del espacio permite ver a quien baila y también a quien mira. Entre los que miran, el jugueteo y el manoseo no se disimulan. La iluminación y la disposición del espacio ayudan a cargarlo de una energía erótica que circula libremente por la sala. Poca ropa, muchas ganas. El acuerdo ritual de una congregación que sabe que el camino al cielo es por medio del placer.
Más información en: Página web de Aftr Club
Muy buen explicado felicidades es algo grandioso cuando se aprende el sw