Erótica de una piedra y un ritual

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La Cofradía eleva una piedra

La invitación al palacio de los Medici decía que lleváramos ropa blanca que pudiera mancharse. Como se trataba de una tertulia en un sitio elegante, asumí que hablábamos de tierra, polvo o cualquier otro derivado de manosear una roca, no imaginaba lo que Il Signore tenía en mente. Error mío. Lo conozco bien y, para estas alturas ya debería saber que su vagabunda imaginación alcanza rincones muy extremos. La Cofradía se reunió en el salón con el fin de celebrar el ritual protopagano de elevar tres centímetros un enorme cuarzo para que dos sacerdotisas en pelotas deslizaran por debajo de éste, la base que funcionaría como nicho de su descanso eterno y como soporte a la mesa de centro. 

     Antes de dar comienzo a los ceremoniales, fueron requeridos preparativos de todo orden. Los científicos más sabios calcularon el potencial de las correas y los ángulos más eficientes para la elevación. Los hombres más fuertes del grupo alternaban flexiones con pruebas de resistencia. Algunas vestales se preguntaban la pertinencia de aumentar el tiempo de levitación para dar ocasión de pasar un trapeador por debajo antes de dejar que la piedra quedara fija para siempre en su sitio. Yo, obviamente, tomaba una cerveza en el sillón haciendo toda clase de mofa contra los esforzados participantes.

      La indumentaria blanca sirvió de poco, aunque anunció el Teócrata Supremo, otrora Il Signore, que el punto era que todos estuviéramos llenos de buenas energías. Aparentemente en ciertas universidades privadas de México se enseña el potencial cromático de los electrones. Yo, por supuesto, ignoro por completo el tema. Pero decía que los ropajes no cumplieron un rol ni siquiera de comparsa porque el Teócrata Supremo, ataviado en una cruza de Rafiki con porrista del atlante, nos ordenó desvestirnos para dar por iniciados los misterios. Ordenó que hiciéramos una danza, y la hicimos. Ordenó que nos pintáramos unos a las otras y otras a los unos con diversos pigmentos y sustancias, lo hicimos. Ordenó que trazáramos sobre nuestros cuerpos antiguos arcanos, y los trazamos. Ordenó que profiriéramos gritos hacia los cuatro puntos cardinales, y fue sencillo porque la mermelada que era depositada sobre nuestra piel, estaba helada.  Y así nos abandonamos en eleusinos cantos y contorsiones por doquier dejando atrás todo rastro de civilidad en nuestras personas.

     El espectáculo de cuerpos desnudos y manchados era lo mismo grotesco que sublime. Era ridículo e inspirador. Era muchas cosas extrañas que tuvimos que interrumpir durante unos minutos en lo que abríamos la puerta al muchacho de Rappi que tuvo el mal tino de llegar en el momento climático del sacramento obligando a todos los feligreses a correr despavoridos para escondernos en lo que alguien en bata recibía el pedido. 

      Se fue el repartidor. Retomamos los ritos. Cuatro titanes de hercúlea anatomía subieron a sus hombros el poste que sostenía la piedra sagrada y, en mística sentadilla lograron levitar el monolito lo suficiente para que dos culimpinadas pitonisas arrastraran el soporte universal por debajo y la roca encontrara finalmente su sitio de reposo eterno.  Se dio por finalizada la celebración. Todos gozaban de la gloria. El cuarzo orgulloso nos miraba altivo desde su nueva morada, y la comunidad se reunía en corro para admirar la proeza.

     Luego, lo normal. Comimos hamburguesas preparadas con la magia del Teócrata Supremo y entrada la noche nos dedicamos a la fornicación grupal, como se acostumbra siempre en esos casos.

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About the Author: Diego el de Mariana

Diego y Mariana son una pareja swinger mexicana aficionada a contar sus historias y a compartir sus aventuras en el estilo de vida sw. Los autores detrás de "Jardín de Adultos", "¡Mariana no da consejos!", "Breve Manual para Swingers" y otros muchos proyectos dirigidos a dar información sobre el ambiente liberal y a fomentar una cultura de diversidad, sexo positivo, y educación responsable.

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