Crónicas de fiesta y sexo
Querer llegar a Lomas Verdes es ya, la fiesta. Preparativos. Rellenar una maleta con juguetes. Empacar la cafetera para el desayuno. Comprar vino en el camino. Toallitas desinfectantes. El desodorante y la pasta. Hacer caber todo en la diminuta cajuela del coche. Condones. ¿Llevamos suficientes? Mi cepillo de dientes. ¿Había tema para hoy? ¡WhatsApp! ¿Había tema para hoy? Dicen que. black leather y que tú lo propusiste. Vestido negro listo. Yo solo tengo una chamarra negra de piel. Ya está, y me puedo poner colonia English Leather, pero tampoco tengo eso. No tenemos café molido, también hay que pasar a comprar. Sea, pues. Listos. Me atacó el sueño. ¡Qué raro! Duérmete en el camino y te aviso cuando lleguemos.
Estábamos en el castillo de los Médici a la hora de la comida. El plan original era completamente distinto, pero resulta que il Signore tiene una peculiar afición por arruinar sus sorpresas, así que nos sentamos a la mesa a disfrutar delicias gastronómicas preparadas por la Signora. Vineamos toda la tarde. Hablamos de la vida conyugal, de hijos y de suegros. Hablamos de las penurias del trabajo y de oportunidades de negocio. Hablamos de las cosas que hablan los amigos en pareja que no tienen proyectada una orgía para dentro de unas horas. Después inició el desfile. Una se fue a bañar porque tenía que hacerse un complejo peinado. Luego otro. Luego otra fue a terminar de arreglarse y, para cuando llegaron los invitados, estábamos todos casi listos.
La lista de invitados para esta reunión había crecido, gracias a que la Signora empezó a intuir que para ser swingers nos estábamos volviendo muy monógamos. Aprovechó sus constantes visitas a Libido y empezó a importar a nuestra Cofradía a algunas de sus nuevas amistades. La estrategia funcionó bien, porque de la primera fiesta en el Castillo a ésta, el número de asistentes era más del doble y seguía tratándose de un grupo selecto. Los sospechosos comunes: los dueños del castillo, evidentemente, Luz y Sonido, los Doctores Chocolate y los que suscriben. Además, las estrellas sociales, Mr. Libido con dos adenda, y un hermoso unicornio que nos tenían prometido desde la vez anterior, pero que no había llegado.
Desde que se puso de moda que, a manera de preámbulo, yo aplico “Operación Hitachi” a quien así lo solicite. Mariana sale como ninfa a brincar de pene en pene y a mí me gusta mirar de reojo como se divierte. Acababa yo de terminar de besuquear a la Estrella del Twitter, quien me dijo que salía al balcón por un cigarrillo en lo que recuperaba la sensibilidad en las piernas, cuando mi Mariana viene y me dice al oído. “Ahora que están todos distraídos, cógeme, no sea que se den cuenta que somos de los que nos gusta el sexo dentro del matrimonio” Y así, vino a posarse sobre mis piernas para en pocos embates, sumarse un par de orgasmos a su puntuación de la noche. Luego me dejó para seguir con su vida. La Estrella del Twitter la vio levantarse y dijo: “Me toca”. Me puse un preservativo y me perdí en ese cuerpo tan joven y tan blanco. Entre besos y manos apretadas, tenía primera fila al espectáculo hipnótico de su rostro metamórfico construyendo con sudor, cabello enredado y gemidos, una torre de éxtasis.
Para recuperarme fui a la cocina con agua, desde donde podía ver a Mariana en cuatro puntos ganándose a fuerza de gritos el título que Luz le dio de: Sharapova del sexo. En la cocina, el Unicornio no me dijo nada. Me abrazó y me besó, un beso largo y muy húmedo como me gustan. Mis manos no sabían por dónde comenzar a acariciar. Todo en su cuerpo era una tentación. Senos, cintura, caderas, y todo disponible. Me lo acarició, luego se lo colocó entre los muslos. Lo apretó y me abrazó. Me apretó también a mí. Mordí su cuello y siguió apretándome. Cada vez más fuerte. Cada vez más intensidad. Se vino. Así, sin más. Con la misma con la que se endurecía para apretarme, ahora se relajaba entre mi abrazo y dejaba escapar un leve jadeo entre los labios. Luego me llevó a la zona de juegos y me hizo un monumento al sexo oral.
Yo de pie, ella sentada frente a mí. Mariana y la Signora acostadas muy cerca recibiendo un masaje, cuentan que extraordinario, y junto a mí pasó la Doctora Chocolate. Como creyendo que soy a prueba de balas o que estoy hecho de palo, comenzó a besarme. Una mano sobre ella y otra sobre el unicornio. Una boca en mi boca y otra en mi sexo. Secuencias. Lenguas. Dedos. Alguien más que me llega por la espalda con la boca helada. Manos. Imágenes que se acumulan en la memoria sin hacer sentido. Todo llueve. Todo es una cascada de sensaciones que se prolongan hasta el final de la noche. Estar entre amigos, estar desnudo, dejar que la piel siga su curso y esperar que la mañana naufrague.