Relatos de nuestros encuentros swinger
Celebración dionisiaca con la Cofradía del orgasmo perpetuo
Como iba a salir del país por dos semanas dejando irremediablemente a mi pobre esposa en un forzado periodo de abstinencia, la Cofradía ajustó todos sus calendarios para coincidir los más posibles en nuestra muy querida sede. En esa movida faltaron sólo el Chef Certificado y la Madrileña, pero no les faltó representación ya que, con el estandarte de esa peculiar trieja, la Mexicana se dejó caer desde poblanos domicilios. Pensamos que esa sería finalmente la noche en que iniciaríamos a la pareja guapa en los misterios de nuestra orden, sin embargo, no pudo ser y nos quedamos con las ganas de su compañía. Lo que sí ocurrió es que después de tantas promesas, los Cubanos y los Condes se conocieron y la fiesta estuvo como para fuegos artificiales.
Así fue como, luego de varias horas de supermercado, la cofradía inició sesiones en un jacuzzi, luego en una alberca, luego en una cama y luego por todos lados. En medio de los festejos, La Pícara Acosadora y el Dr. Chocolate mandaron un mensaje informando que el tráfico desde su provincia hasta la capital los estaba haciendo considerar abortar la misión de llegar. Como la sesión no sería lo mismo sin ellos, arriesgamos nuestros pudores: mandamos una foto de los presentes en situación comprometedora y con el uniforme oficial de nuestro gremio. Supongo que funcionó el truco, porque la consideración de regresar a sus terruños fue, de inmediato, abandonada. Juntaron fuerzas, de no sé dónde y con las alas que Mercurio les había negado pero que, de alguna manera se agenciaron, volaron lo mejor que pudieron entre los camiones, autos, y otros vehículos de combustión interna que, detenidos por la tormenta, se interponían entre nuestros amigos y nuestros genitales. Llegaron pues, cansados, fastidiados y calientes.
Esa noche, ya no lo pude hablar con Mariana, pero debió haber sido una de las mejores de su vida swinger; estaban reunidos sus amantes favoritos y no le faltó un momento de sentirse consentida. A la Condesa, el cubano no la dejó ni un ratito, Mexicana y Acosadora, en sus papeles de nínfulas se alternaban para bien tratar a quien estuviera cerca, y en más de una ocasión me sentí el afortunado ganador de sus caricias. Cada vez me convenzo más de que mi mujer y yo tenemos los roles de género completamente invertidos. Mientras a ella lo que le gusta es el sexo fuerte y sin preámbulos, yo soy aficionado a los largos fajes y a las caricias distraídas. Afortunadamente, en una reunión de los cófrades, siempre hay tiempos y gustos para todos. Mariana brinca de unos brazos a otros y se deja llevar como bote sobre la resaca. Le gusta jugar a la papa caliente. Le gusta ser la papa. Es una caliente. Yo me enciendo sólo de verla, de adivinar antes de que llegue, el gesto que le nace en la comisura de la boca cuando mira a otro hombre desnudo, el reflejo de una luz, que viene desde un destino lejano, a posarse en la orilla de su ojo cuando el deseo la aleja de todo. Mientras me pierdo en largos besos de lengua, en los jadeos de mujeres sensuales y multiorgásmicas, me busco en su mirada. Me encuentro en ella y me siento en casa, como si un naufrago llegara a la orilla para encontrar ahí un espejo en la arena. Un espejo que refleja el cielo. Las estrellas.
Ya entrada la madrugada, me acordé que un avión no tardaría en empezar a esperarme. Me fui con Mariana a un lado de la cama. Entré en ella y le dejé sobre el cuerpo todo el semen que pude. El plan era vaciarme por completo, para poder aguantar sin ella el mayor tiempo posible. Nos despedimos en un ritual tácito y privado. Ya muertos de sueño. Nos abrazamos sabiendo que con el final de esta noche, se nos aproximaba una oscuridad más grande, un largo periodo de extrañarnos. Dijimos adiós a nuestros cómplices de juerga. Besamos lo que pudimos y tocamos lo que había en el camino para llevarnos con nosotros un botín grande de imágenes y sensaciones con el que llenar las alforjas. Regresé a casa para meter a mi esposa a su cama y que pudiera dormir profundamente. La besé y me fui.
Cuando despertó, la cofradía la llevó a desayunar, y yo ya estaba lejos de la Ciudad de México.
Me encanta que disfrutaran tanto todos ustedes
Besos
Un relato muy morboso y caliente. Despierta los sentidos y te poene a 1000
Nos gusta todos los relatos eróticos. Pero más nos gusta los artículos eróticos que se venden en las sexshop
Hola miriam traviexxa