Regresamos hace un par de días y aún no recobro el aliento. Contrapronóstico se nos hizo, lo logramos, atravesamos el Atlántico y luego por cielo mar y tierra llegamos pasadas las 11:00 de la noche a la oficina de turismo del quartier naturiste du Cap d’Agde. Trámites veloces y obtuvimos tarjeta de acceso y llaves a nuestro apartamento en Port Nature 70. Había leído mucho al respecto, sabía perfectamente con lo que me podía topar y mientras Mariana se sorprendía con los atuendos de quienes iban y venían de la vida nocturna, yo me satisfacía de saber que finalmente, y después de tantas peripecias, estábamos donde se suponía que teníamos que estar.
Ahora no sé ni qué contar, pero es como si todas tus fantasías eróticas se agolparan en el cerebro al mismo tiempo. Demasiada información. Espasmo. Mariana, en cambio, es como una niña y se deja abandonar y llevar libremente por todos lados. Nadie ha pasado una mejor semana en Cap que ella. A mi alrededor hay de todo, conversación multilienguaje con gente de todos los países. Sexo, sexo en todas las formas y a todas horas. Me lamento mucho no haber podido coincidir con ninguno de los amigos con los que planeaba encontrarnos por allá, pero vinieron nuevos amigos. Atraídos por lo peculiar y hermoso de mi mujer, nos hicimos de múltiples compañeros de juegos durante nuestra estancia.
Imágenes, ahora lo que tengo en la cabeza, más que historias, que tendré que ir desilvananado para contar en Jardín de Adultos, son imágenes que entran y salen y tratan de armar un discurso coherente sobre un mundo cuyas reglas son tan distintas a la de nuestra vida cotidiana que todavía me siento intoxicado. Una morena que baila sobre una barra y tiene en la mirada un doctorado en seducción. El caballero que protocolariamente le pregunta a Mariana, si puede lamerla y Mariana que responde recostándose. La mujer de mas de 70 años, de pie en un bar con los senos al aire y la espalda cubierta con un abuelísto chal; cabezea dormida mientras su marido la abraza por la espalda en medio de cuerpos, sudores, humo de cigarro y olor a fiesta. El equipo sueco de swinging que nos presentó a la pareja alemana. El playroom del Glamour con la portuguesa que para llevarse a Mariana sólo tuvo que tomarla de la mano. Las dos chicas (una de ellas, la mía) que se masturbaban una a la otra en la terraza después de cenar. Los zombies de la playa. La chica de la pañoleta roja que le dio espectáculo interactivo a los zombies de la playa. Los probadores de la tienda de ropa, y su cortina transparente. La vendedora de la otra tienda de ropa a la que no le importaba si hablábamos o no francés, ella igual hablaba sin parar. La holandesa de cuerpo perfecto con la que pudimos y no llegamos a la cita.
En fin, llegamos a las 11:00 de la noche, y empezamos a vivir una semana que no se puede medir en anécdotas turísticas sino en emociones agolpadas y en un ansioso sentimiento de abstinencia.
Foto: Primer día de Mariana en Cap d’Agde
No os felicito por el éxito en Cap porque ya se os ve muy felices. solo lamento que no hayamos podido coincidir ni haberos podido saludar en Barcelona. Al final vi que UHL les escribió pero seguramente Vds estaban ya desconectados o… mejor dicho, ¡en órbita!.
Lo mejor de todo es que es seguro que regresarán con ánimos renovados, como nosotros todos los años, y que cuanto más regresen más probabilidades habrá de poder coincidir.
Hasta siempre.
hola
muy buen blog, interesante..
saludos.