…y en la vida real. Una vez que Mariana descubrió que mi adicción por los Mafia Wars y similares es casi incurable, decididió utilizarla en su favor. En la mañana, como quien encarga a su pareja pasar por el super, me pidió llevarle porno a casa. Nuestra muy nutrida colección de pornografía ya estaba muy vista, es cierto, pero también es verdad que yo, en mi calidad de Amo de la Bodega, no me había interesado mucho en renovarla, porque ahora, casi toda la que consumo la veo directamente en sitios gratuitos de internet. La computadora, por eso se llama personal, porque ahí el porno sólo lo puede ver una persona. Lo pueden ver dos, pero ya es incómodo. De todas formas, no me parecía que Mariana también fuera una consumidora entusiasta. “Traes los huevos, y detergente. Falta café para el desayuno de mañana, y ¿me traes unas películas? Tengo ánimos de teens.” Y yo que pensaba que ese era un nicho de verdad exclusivamente masculino.
Traje huevos, detergente y el café, pero no hice más esfuerzo por conseguir las pelis. Al lector le parecerá difícil de entender porqué, pero esperar le daba más caracter al juego. Un par de días después, ella preguntó si había hecho lo que me pidió. No. No lo hice porque no me dijiste cuál iba a ser mi premio. “Tu premio se desbloquea cuando lo traigas” Eso, el uso preciso de la palabra desbloquear depertó el instinto FishVille que hay en mí. No la idea de una esposa atractiva pididendo películas para adultos, no. Lo que me hizo reaccionar fue que mi mujer sonara como a RPG de la vida real. De todas maneras esa semana, aunque lo hubiera querido no pude traerlas.
No sé si ella ya había olvidado el asunto, pero el lunes fui a conocido centro nacional de distribución de muy confiable piratería, famoso también por la cantidad de Sex Shops que abundan en sus inmediaciones. Así que aproveché el viaje para sacar como bonus, media hora encerrado en una cabina xxx. Luego caminé entre los puestos hasta encontrar a un pirata vendedor que se viera honrado y ahí me detuve a comprar el cargamento. Es la primera vez que me pasa algo así, pero en esta ocasión senti nervios indeseables mientras elegía. Tenía miedo de estár al descampado en plena calle y en medio de la salida del Metro. Me temblaron las manos mientras negocié el precio y el descuento, mirando a todos lados para evitar ser sorprendido por alguien conocido justo en el momento de elegir “Pure 18” Podía imaginar perfectamente la cara de ventaja de un colega o un cliente o un antiguo entenado o quien fuera y la pregunta socarrona: “Así que este es su hobbie, maestro”.
Me di cuenta, entonces de que ya soy un adulto, y ya soy respetable. Mi puntuación subió en experiencias pero bajó de inmediato en autoestima. En la noche pasé a recoger a Mariana del trabajo y me la encontré hermosa como siempre y cansada como todos los lunes. Entregué el botín, todavía con el olor a calle en las manos. En casa, después de cenar, me dijo: “Métete a bañar, te invito después a una sesión de cine privado”.
Mi premio se desbloqueó. No por una sino por tres noches al hilo. Hoy es jueves, y apenas tengo energía para escribir esto, mientras pienso si hoy vendrá Mariana con ganas de una más de las quince que le traje envueltas en plástico negro. Baste decir que la recompensa se recibe con saliva y en forma de largas horas de masturbación en pareja. De sexo lleno de palabras. De largos dedos probando suerte en sitios a los que sólo van cuando están de vacaciones.
Traje huevos, detergente y el café, pero no hice más esfuerzo por conseguir las pelis. Al lector le parecerá difícil de entender porqué, pero esperar le daba más caracter al juego. Un par de días después, ella preguntó si había hecho lo que me pidió. No. No lo hice porque no me dijiste cuál iba a ser mi premio. “Tu premio se desbloquea cuando lo traigas” Eso, el uso preciso de la palabra desbloquear depertó el instinto FishVille que hay en mí. No la idea de una esposa atractiva pididendo películas para adultos, no. Lo que me hizo reaccionar fue que mi mujer sonara como a RPG de la vida real. De todas maneras esa semana, aunque lo hubiera querido no pude traerlas.
No sé si ella ya había olvidado el asunto, pero el lunes fui a conocido centro nacional de distribución de muy confiable piratería, famoso también por la cantidad de Sex Shops que abundan en sus inmediaciones. Así que aproveché el viaje para sacar como bonus, media hora encerrado en una cabina xxx. Luego caminé entre los puestos hasta encontrar a un pirata vendedor que se viera honrado y ahí me detuve a comprar el cargamento. Es la primera vez que me pasa algo así, pero en esta ocasión senti nervios indeseables mientras elegía. Tenía miedo de estár al descampado en plena calle y en medio de la salida del Metro. Me temblaron las manos mientras negocié el precio y el descuento, mirando a todos lados para evitar ser sorprendido por alguien conocido justo en el momento de elegir “Pure 18” Podía imaginar perfectamente la cara de ventaja de un colega o un cliente o un antiguo entenado o quien fuera y la pregunta socarrona: “Así que este es su hobbie, maestro”.
Me di cuenta, entonces de que ya soy un adulto, y ya soy respetable. Mi puntuación subió en experiencias pero bajó de inmediato en autoestima. En la noche pasé a recoger a Mariana del trabajo y me la encontré hermosa como siempre y cansada como todos los lunes. Entregué el botín, todavía con el olor a calle en las manos. En casa, después de cenar, me dijo: “Métete a bañar, te invito después a una sesión de cine privado”.
Mi premio se desbloqueó. No por una sino por tres noches al hilo. Hoy es jueves, y apenas tengo energía para escribir esto, mientras pienso si hoy vendrá Mariana con ganas de una más de las quince que le traje envueltas en plástico negro. Baste decir que la recompensa se recibe con saliva y en forma de largas horas de masturbación en pareja. De sexo lleno de palabras. De largos dedos probando suerte en sitios a los que sólo van cuando están de vacaciones.
Qué bien que lo contaste esta vez. Veré de poner al día mi bodega.
sos genial! escribes muy bien.
Gracias por todos los relatos 😀
María!