Crónicas de nuestros viajes SW
Como dicen las abuelas, ya se nos quemaban las habas por ir jugar con los Condes, y como la noche de nuestra llegada a Zipolite, de sexo no hubo nada, la tarde siguiente nos dimos un encerrón en su cuarto. Pusimos en la repisa de la cabecera toda la tecnología disponible y comenzamos con una de esas intensas sesiones de besos que la Condesa domina tan bien.
Mariana se entiende con el él como si hubieran sido amantes toda la vida, es un encanto ver como los ojos se le encienden cuando las manos se acercan para tocarse. El calor es húmedo. Los cuerpos no tardan en empezar a sudar como sabiendo que la cama se ve mejor cuando las pieles se mojan. A mí, la Condesa aún me pone un poco nervioso. Es una de las mujeres más guapas que conozco, y estar frente a ella saca a pasear al adolescente tímido que fui. Con todo, es una compañera de juegos increíblemente generosa. Guía con ternura y es franca. Además, tiene por costumbre dedicar mucho tiempo a hacerme cositas que me gustan.
Mi mujer y su coequipero ya estaban muy entrados en penetrantes embates. Escucharla gritar sin pudor me estaba exitando mucho. Eché mano a Negrito, un vibrador estilo Magic Wand, que también se conecta la corriente eléctrica y tiene un control de velocidad muy versatil. Es más pequeño que nuestro Dámaso; esto traería ventajas adicionales. La acaricié cerca del sexo con el vibrador. Dí varias vueltas antes de atreverme a llegar a zonas más centrales, pero era evidente que la estrategia estaba funcionando.
La ventaja de los vibradores es que ellos mismos se van abriendo camino. Quien los opera debe estar atento a las reacciones de la beneficiaria, para comprender cuando avanzar, cuando pausar, y cuando retroceder, pero, en términos generales es un deleitoso trabajo de paciencia. Una nueva oleada de humedad me sugirió probar otra cosa, tal vez el juguete podría tener una variante y convertirse en un estimulador interno. Decía yo que su tamaño más compacto podría traer ventajas adicionales. Así que lo dejé que explorara su camino en el interior de la Condesa. Un placentero grito me hizo saber que la idea había sido buena. Aprendí, entonces, que presionarlo hacia arriba producía sensaciones más fuertes, pero que para que éstas funcionaran mejor, había que hacerlo de manera intermitente. Moverlo hacia dentro y hacia afuera sin sacarlo ayudaba mucho, pero los movimientos circulares eran los favoritos de mi clienta.
El asunto marchaba tan bien, que gritó la Condesa: “¡Te quiero dentro! ¡Te quiero adentro ahora!”. La orden, en cualquier otro momento habría sonado como un triunfo, pero yo estaba tan concentrado con la operación de Negrito que me había olvidado, por completo, de tener lista una erección para cuando se ofreciera. Momentos de pánico. Perder un segundo consiguiendo los insumos, podía hacer a mi cliente retroceder varios grados en su escala de excitación. Era un lujo que no me podía permitir. Noté que Mariana no estaba usando su Hitachi y me las ingenié para traerlo hacia nosotros. Ahora sí, la tecnología al servicio del placer. El pequeño seguía trabajando duramente en el interior, mientras Dámaso se enfocaba en el clítoris. Una vez que descubrí que la combinación la llevaba a nuevas categorías de exitación pude mandar algo de la sangre de mi cuerpo a donde era requerida. La siguiente vez que la Condesa me pidió que la penetrara sólo hubo que hacer una pausa para preservativo, y todo funcionó bien.
Follamos, y follamos muy bien. El Hitachi Dámaso siguió haciendo su trabajo y conseguimos varios orgasmos bien colocados. De pronto, ella estaba tan sensible que incluso logramos un pilón extraído con los dedos antes de volver a hacerlo de la forma tradicional. Luego besos y más caricias. Mariana y el Conde anunciaron que era tiempo de nuestro ritual final.
Desde el día que los conocimos, iniciamos una práctica que se convirtió en una tradición de cierre. El ritual básico consiste en lo siguiente: una vez que las mujeres quedaron satisfechas, Mariana se acuesta boca arriba. El Conde y yo nos ponemos cada uno a un lado y nos masturbamos lo más cerca que podemos de ella. Algunas veces, ella nos acaricia, o acerca la boca y nos lame o nos hace sexo oral alternadamente. De tanto ver, tocar, sentir, el calor se acumula en ambos. Eyaculamos sobre sus senos y ella sonríe.
¡Prístina claridad mental para recordar, ubicar y escribir de forma literaria el y los detalles… felicidades! Estoy seguro que de ahí se pueden formar varios cuentos eróticos… que de hecho lo son… aunque el autor no haya tenido tal intención.
PD – Me permito compartirles mi blog que contiene, entre otros más, algunos cuentos eróticos de mi producción particular: http://www.salcepillo.wordpress. com
EDUARDO
quijote44_df@hotmail.com