Las confesiones de Tristán

 Relato: Baila conmigo…

Al fondo del estrecho callejón, tras la sala de conciertos, se adivinaba la figura de dos cuerpos abrazados, bailando y moviéndose al ritmo de una danza primitiva de pasión desbordada, al son de un tango imaginario donde él era el intérprete y ella su instrumento; agitándose, gimiendo y jadeando sus voces rasgadas en la oscuridad.
Algunos curiosos contemplaban la escena a cierta distancia, desde la calle iluminada. Sólo se podía adivinar la forma de dos bultos, dos sombras en una, y escuchar y deleitarse de la banda sonora de su lujuria. 
Esa pareja bailaba, ardía, follaba y se entregaba sin reparos ni vergüenza. No les importaba. En su mundo no había extraños mirando. Ese era su escenario e interpretaban su más excitante melodía de piel contra piel. Sinfonía musical de caricias, manos, labios y saliva. En ese instante su universo sólo eran ellos dos, su placer, calor, piel, sudor, y ese oscuro lugar. Se entregaban sin medida, con una intensidad animal de lo que se siente efímero pero deseas que dure eternamente. No se escuchaban palabras. Los gritos tensos y desgarrados de ella daban cuenta del baile que acababan de empezar, del son que acababan de componer juntos, obra maestra de sus sentidos para toda la eternidad.
Desde que la vio entrar al local no quiso perderla de vista. Se hipnotizó con su belleza. El grupo de tangos interpretaba un solo de bandoneón acompañado por los acordes rasgados de un violonchelo mientras él buscaba sus ojos desde la distancia. Necesitaba comunicarse con ella. En el escenario una pareja de baile se entregaba a la pasión del tango que interpretaban. Cuando ella se dio cuenta que él la estaba observando fijamente intentó evitarlo. Apuraba su cigarrillo mientras el joven la observaba con detenimiento, bebiendo de su vaso de licor. La música y el humo envolvían el ambiente.
“Eres más bella que un bolero”, pudo leer ella en sus ojos tristes.
Ella no se sobresaltó, lo ignoró girándose para hablar con su pareja y así evitar la mirada de aquel desconocido que la estaba molestando. Un minuto más tarde el joven había cambiado su posición para seguir atenta a ella, a sus ojos intensos de color del mar.
“Tu cuerpo es melodía, tu boca es instrumento, tus ojos armonía. Eres la más bella emoción”, adivinó ella que le decía con su mirada profunda y atrevida.
“No me conoces, descarado. Eres sólo un niño. Déjame en paz. Podría comerte el corazón”, leyó él del humo que exhalaba violentamente de su boca, acariciando sus labios color carmín. 
“Es cierto, soy joven. Me dejaría comer la vida por ti”, le respondió con el siguiente sorbo de su vaso, jugando con los cubitos de hielo casi derretidos que se perdían en su boca.
Ahora los dos se miraban fijamente. Mantenían una conversación sin sentido, sin sonidos ni palabras, en un idioma que ambos conocían, de miradas, gestos cotidianos, que sólo ellos podían interpretar.
“No sabes nada de mí. Deja de mirarme. Vengo acompañada. Te buscas problemas”, advirtió él en el suave movimiento de sus labios húmedos y carnosos que acariciaban lentamente el filo del vaso de cristal.
“Moriré de todas formas si no te tengo. Sólo te pido una cosa… BAILA CONMIGO”, le respondió él mientras se encaminaba a la puerta de entrada al local, sin dejar de mirarla a los ojos. Hipnotizado, acercándose cada vez más a ella. Lentamente. Pasó por su lado y siguió mirándola, algo pudo leer de nuevo en su mirada triste y atrevida que sólo ella pudo entender, pues en esta ocasión tampoco dijo ninguna palabra, ni siquiera se rozaron. Salió del local y desapareció.
Ella siguió bebiendo hasta terminar su copa. Pasaron unos minutos, su corazón se aceleraba. La música del local y unos ojos tristes ya la habían atrapado para siempre. Ahora ella era tango y su corazón, bandoneón gimiente. Volvió a encenderse otro cigarrillo. Se lo fumó despacio, tratando de templar su alma, con la seguridad del que no sabe qué hacer, pausada pero nerviosa, como el que no quiere que termine nunca su canción.
_ Cariño, pídeme una copa. Voy un momento a tomar el aire, en seguida vuelvo.- le dijo a su pareja y entre el humo del ambiente, con un acorde de despedida, desapareció…
Por: Narrador Tristán en Las confesiones de Tristán

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About the Author: Diego V

Diego y Mariana son una pareja swinger mexicana aficionada a contar sus historias y a compartir sus aventuras en el estilo de vida sw. Los autores detrás de "Jardín de Adultos", "¡Mariana no da consejos!", "Breve Manual para Swingers" y otros muchos proyectos dirigidos a dar información sobre el ambiente liberal y a fomentar una cultura de diversidad, sexo positivo, y educación responsable.

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