Burgerama Bistró: hamburguesas con un poco de David Lynch

Burgerama Bistró Hamburguesas colonia Narvarte

Me van a disculpar los más antiguos lectores de este blog (o tal vez no tengan que hacerlo) pero desde hace mucho tiempo he querido abrir otra sección dedicada hablar de cosas que también me vuelven loco. No sólo de swinging se vive, y no es ninguna novedad que las hamburguesas y la cerveza ocupan un lugar de honor en mi insaciable corazón de troglodita. Llamaré a esta categoría, “Carnes y Fluidos” para no terminar de desentonar con el resto del jardín. En la medida de lo posible intentaré mantener el mismo tono narrativo que utilizo para hablar de clubes y de orgías, pero no lo garantizo. La verdad es que pueden esperar una versión de mí, bastante más vainilla. O no. No sé.

Advertencia hecha, entraré en materia.

Un fin de semana antes de Luxuria , y luego de una sesión de trabajo maquilador y dignificante (porque nada hay que edifique más el espíritu humano que rociar toallas con Suavitel y doblarlas para que otras puedan venir a mancillarlas con los jugos de su lujuria), Wolf, sugirió que nos merecíamos unas hamburguesas. Y yo, claro, estuve de acuerdo, no por las ocho horas que llevábamos haciendo trutrú con pormenores de la fiesta, sino porque yo siempre me merezco una hamburguesa y una chela. Así que Mariana y yo nos ofrecimos a conducir a los Sex Whispers a una de nuestras hamburgueserías favoritas en la CDMX (y de la que prometo hablar en otra ocasión), pero al llegar los seis bajo la lluvia al portón gris de Secret Burger, nos enteramos que los hados nos castigaban con una lista de espera de cuarenta minutos. Y cuarenta minutos no hay hambre que resista.

Afortunadamente, en pocos lugares hay más opciones gastronómicas que en la Narvarte, y a pocos pasos, se encuentra un local que, por la fachada, emana vibras de dinner cincuentero. Las mesas de la banqueta no eran opción, porque como ya dije, llovía. Así que entramos. La decoración es creativa, por decirlo de alguna manera. Se parece a lo que mis alumnos deben creer que ocurre dentro de mi cerebro: una colección aleatoria de objetos resignificados e inconexos, y un amontonamiento de cuadros de distintos estilos. A pesar de ser pequeño, la vista no tiene forma de aburrirse. Por ahí, un maniquí con traje de arlequín colgado del techo. Allá, una hilera de tres cabezas apiladas dentro de un frasco. También, una máquina de escribir antigua colgada de la pared con unas manos pasmadas en un eterno bloqueo de escritor. En fin, una atmósfera surreal contrastante con el espíritu rojo y celeste del exterior. Lo más atractivo sin duda, un pizarrón de gises exhibiendo un menú que posiblemente ofrece treinta opciones de hamburguesas y, tal vez, quince hot dogs, además de cualquier cantidad de otras alternativas culinarias como choripanes y tablas de charcutería.

–¿Nos pueden acomodar una mesa para seis personas?– preguntamos mirando dos bloques de mesas vacías que sólo exigían un leve empujón para cumplir con la solicitud, una metáfora de esa pareja vainilla que todos conocemos.

–Aquí les tomo su orden y luego se las llevo– contestó la empleada en una voz tan tenue como los inexistentes teclazos de la máquina de escribir colgada en la pared.

–¿Nos podemos sentar primero?

No dijo nada y sonrió. Giré la cabeza buscando a la cantante calva, pero sólo me topé con un caballo de madera para carrusel.

Mientras escurríamos los restos del aguacero y esperábamos algún tipo de señal que nos hiciera pensar que éramos bienvenidos, la empleada dijo:

–[Ininteligible] [ininteligible] …una mesa para 6 personas.

Pregunté si me hablaba a mí, si me estaba pidiendo que yo acomodara la mesa. No me parecía tampoco una misión extraordinaria puesto que había a medio metro de nosotros, tres mesas cuadradas y perfectamente utilizables para la producción de una sola mesa larga. Pero no. No hablaba conmigo sino con una mujer que estaba oculta en la cocina.

Apareció, entonces la interlocutora, quien sin mediar palabra, se dispuso a mover a una niña ¿será su hija? quien hacía algo así como la tarea en una mesa doble. La interlocutora transfirió, amorosamente y en sendos viajes, cada uno de los bártulos de la joven estudiante hacia la mesa sencilla que estaba a lado. Es decir, que para disponer de la mesa de seis, hubo que apeñuscar la mesa sencilla y la nuestra en un rincón frente al baño y dejar completamente vacío el resto del local, pero en fin, cada quien resuelve los problemas como mejor le convenga. Además, el mecanismo aportaba a la sensación onírica generalizada.  El caso es que durante los largos minutos que duró la transferencia, y embelesado con la decoración yo aún sabía si seguía viviendo en el mismo plano que el resto de los humanos, o si yo también había sido transferido a la dimensión desconocida.

Así la ensoñación hasta que la mesa estuvo lista y, entonces pudimos constatar que la gente a la gente de Burgerama sí les fue dado el don de la palabra, sólo que no lo ocupan mucho tal vez por la preponderancia del lenguaje visual. Pudimos entonces ordenar de la amplísima carta opciones que sonaban tan interesantes como las imágenes en las paredes. Por ejemplo yo, pedí una Hamburguesa Pamplona que, como adivinaron, tenía chorizo y estaba deliciosa. Las opciones de bebidas también tienen su encanto. Hay cervezas alemanas como Bitburger Pils o Nuremberg Rotbier, y Cocacola de vainilla.

La cercanía de nuestra mesa con la de la pequeña que ya no hacía su tarea sino que jugaba con una tablet sólo ayudó a hacer más divertida la conversación. Agrega un reto adicional tener que hablar de los pormenores de una fiesta swinger y de los objetivos primarios de un playroom cuando existe la posibilidad de ser escuchado por un menor de edad. Pero creo lo logramos, bueno. Tal vez no todos todo el tiempo. Pero así lo hicimos. Y, aunque yo no pude beber, chela porque quiero verme esbelto y apetecible en Luxuria, lo cual no me detuvo de la hamburguesa y las papas con queso parmesano.  Comimos muy bien y departimos emocionados elucubrando y fantaseando sobre todo lo que pasará el sábado.

Las penas con pan son menos, dice mi madre; y las alegrías son más, digo yo.

About the Author: Diego el de Mariana

Diego y Mariana son una pareja swinger mexicana aficionada a contar sus historias y a compartir sus aventuras en el estilo de vida sw. Los autores detrás de "Jardín de Adultos", "¡Mariana no da consejos!", "Breve Manual para Swingers" y otros muchos proyectos dirigidos a dar información sobre el ambiente liberal y a fomentar una cultura de diversidad, sexo positivo, y educación responsable.

1 Comment

  1. Excelente relato! hasta parece que lo escribió un hermano mío que es poeta y escritor, y que era muy cachondo pero se enfermó por los excesos gastronómicos.

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