- Sex Whispers, podcast sobre lifestyle liberal
- El Pistache, hotel nudista para parejas en Morelos
- Fiestas swinger para recordar
Crónica de una fiesta swinger para recordar
Hacía mucho que no nos divertíamos tanto. El trajín del lifestyle nos lleva de un lado a otro y de fiesta en fiesta. En general, la pasamos bien, pero mucho de lo mismo hace que algunas veces añoremos esos primeros años en el ambiente cuando todo era novedad. Afortunadamente, los designios de SDC nos llevaron al Pistache, ese lugar de ensueño que tantas historias nos ha dado. Afortunadamente, nuestros queridos amigos locutores de Sex Whispers festejaron ahí el aniversario de su exitoso podcast y nos invitaron a ser parte del convite. Afortunadamente, también, el mejor lugar para pasar la vida es en una fiesta swinger rodeados de buenos amigos y en una locación formidable. Así fue.
Seríamos, tal vez veinte parejas todas ellas asiduas al podcast y felices de tener una buena excusa para quitarse la ropa y abandonarse a placeres procaces. La primera parte de la tarde estuvimos junto a la alberca poniéndonos al día con chismes y tomando fotos indiscretas. Luego la comida tardía o pre-cena, como siempre, deliciosa hasta que la charla dio ocasión para que corriéramos al jacuzzi y nos dejáramos envolver por la temperatura del agua y por la falta de pudor. Una mano acá, un beso allá. Nada fuera de lo normal cuando todo el rededor es una excusa para las travesuras. Pero la fiesta empezó cuando los anfitriones bajaron y organizaron una noche como pocas.
Los Whispers tienen una habilidad magistral. Los juegos. He mencionado en otras ocasiones que los juegos y las dinámicas de integración me parecen una tortura. Pero ellos saben incitar sin obligar y mucho hay de seducción en la forma en la que se aproximan. Su técnica estelar es la subasta, un divertimento inocente que consiste en… ¿Será que hago bien en compartir los secretos del super poder de mis amigos? Supongo que sí. Nadie espera discreción de parte de un blog dedicado a narrar lo público de lo privado. En fin, el juego consiste en repartir dinero del Banco de la Ilusión a todas las parejas. Cada pareja pone en subasta una experiencia que esté dispuesta a compartir con los demás y la concurrencia puja por el privilegio de obtenerla. El objetivo del juego es, como en el Turista Mundial, acaparar la mayor cantidad de dinero y propiedades posible. Premios cortesía de SDC para los felices ganadores.
Entramos en la primera puja y fácilmente conseguimos un par de besos. Nada mal para el calentamiento. Como casi todos los presentes tenían ya algunos kilómetros andados por esta carretera de la lujuria, los productos que se subastaron eran de gran valía concupiscente. Sexo oral, masturbación mutua, sesiones entre tres, entre cuatro… lo normal. No parecía haber muchas restricciones. Nosotros ofrecimos una sesión de introducción al Hitachi que ganó una mujer alta, rubia y sensual que no necesitaba propedéuticos. Aún debemos la entrega a domicilio. El caso es que subí a la habitación por el aparato y sus adminículos y cuando regresé mi mujer ya había dilapidado toda la fortuna familiar en mil encuentros carnales de distintos géneros. Me quité la ropa y recogí las mercaderías ganadas.
Al final de la subasta, un matrimonio atractivo obtuvo el privilegio de desvelar sensualmente a unos jóvenes que, aún no debutan pero que se mueven en el ambiente con más soltura que el viento en las casas de la playa. Sentí un poco de envidia, la verdad, pero esa envidia feliz de saber que todo se soluciona con dinero. Dinero de mentiritas, sobra decir. Ofrecimos lo que nos quedaba en la bolsa a cambio de unirnos al cuarteto y la propuesta fue recibida con los brazos abiertos… literalmente.
Después, la concurrencia saltó al agua en la que los Whispers habían soltado un centenar de pelotas de plástico con retos escritos por los invitados. Según el color de la pelota, el nivel de impudicia. Los acuáticos jugadores elegían indiscriminadamente pelotas y llevaban a cabo los retos. Nada de orden, nada de protocolo. Como deben ser todas las bacanales. Confieso que no leí ninguno de los castigos. Utilicé la oscuridad en mi ventaja y declaré, que cada pelota que se cruzaba por mi camino decía. “Besar a Diego” “Acariciar a Diego”, “Dejar que Diego te toque” y así hasta el infinito. Perdí cuenta de la noche. Perdí cuenta de las mujeres. Perdí cuenta de todo y regresé a la magia de esas primeras noches en las que cada boca es un gemido nuevo.
Siempre es placentero tener su lectura pero sobre todo ir aprendiendo a través de ustedes este mundo tan maravilloso.