Reseñas de bares swinger en México
Nuevo club y más opciones para parejas liberales
Salir en viernes por la noche es difícil, pero estamos empezando a encontrarle el gusto. Crudear así, el sábado, nos sabe a domingo y el domingo sentimos como si tuviéramos un fin de semana con un extra. Al menos ese es el cuento con el que estamos tratando de convencernos, porque Libido sólo abre los viernes, y la verdad, nos está gustando mucho lo que hacen. Fuimos la semana pasada a su fiesta mexicana, y desde que llegamos, nos sentimos bienvenidos. Un caballito de tequila como saludo y el abrazo de buenos amigos compensa bien el tiempo dejado atrás en el Periférico. En una de las primeras mesas, cuatro miembros de “La Cofradía”, disimularon bien su gesto de reproche. Era tarde y ellos llevaban ya un rato esperándonos. La Doctora Chocolate llevaba un vestido blanco y de encaje transparente, La Cubana una falda a cuadros, y cuando las vi a la distancia, y analicé con oficio sus siluetas, me felicité por estar en una relación swinger de pareja.
Para entender por qué creemos tanto en este proyecto, habría que comenzar por saber quien está detrás de éste. Los Señores Libido, a pesar de ser jovenes, (tienen nuestra edad), empezaron hace muchos años a construir una comunidad swinger muy sólida en la ciudad de México. Han participado en el ambiente desde todas las perspectivas posibles y, por lo tanto, conocen a todo el mundo. Claro está, todo el mundo los conoce y habla bien de ellos. Nuestro primer encuentro fue en el Pistache, hace ya algunos ayeres. En ese entonces, aún éramos los niños tímidos que se quedaban en el fondo del patio a la hora del recreo. No le hablábamos a nadie que no nos hablara a nosotros primero, y como no teníamos amigüitos, era mucho el resplandor que emanaba de los chicos populares. Entre ellas estaban el Señor y la Señora Líbido, un par de tipos atractivos que se conducían con la soltura del que sabe lo que hace. Eran la porrista y el capitán del equipo de futbol y nosotros los nerds del periódico escolar.
Ahora, ellos siguen siendo los reyes del baile de graduación y nosotros seguimos al frente del periódico escolar, sin embargo, nos volvimos buenos amigos porque los cuatro estamos en búsqueda de un mundo mejor para la comunidad sw. El último paso que han dado, en relación a esta cruzada fue abrir Libido, un club instalado en un bar de Ciudad Satélite, que desde hace tiempo ha hecho esfuerzos por dar servicio a la comunidad. Parece que el matrimonio entre Libido y Rubí va de lo lindo.
El lugar se veía lleno, y era notable que el porcentaje de guapos y guapas era más alto de lo habitual, y que la gente se haya sumado a la fiebre verde blanca y colorada. Mucho humo de maquinita y luces discotequeras. El señor Libido dispuso las mesas en círculo, lo cual produce un efecto extraño, unas veces, (dice él) ayuda a que las parejas se conozcan, y otras (también dice él) las hace más conscientes de si mismas. Lo que sí resulta muy eficiente para que la chispa libertina se encienda en el bar, es que los anfitriones están en todo y se esfuerzan por pasar tiempo con sus clientes, los cuidan y se encargan de conocerlos, y parece que con eso encontraron una fórmula tan obvia como ignorada dentro del medio: Hay que dar atención personalizada a todos los comensales.
Hubo rifa de viaje a Desire, hubo visitas de edecanes de Passion Fest que promovieron su exposición próxima y hubo muy buenas excusas para ir a conocer el playroom. La mejor de todas, fue que cuando dejamos de platicar con unos recién adquiridos amigos, la Cofradía ya estaba dentro. Así que corrimos a buscarlos y los encontramos desnudos jugando a que las niñas hicieran travesuras. Quise quedarme a ver un rato, pero no pude. Las ganas nos ganaron, y dejamos también la ropa para acercarnos más a nivel de cancha. Yo creo que ese día, la suerte estuvo de nuestro lado, porque sin mucho preámbulo, la Doctora y la Cubana me dejaron ser el auxiliar de sus escarceos. Fui un afortunado accesorio, mientras Mariana se dividía entre los otros dos hombres. Luego un cambio, luego otro cambio más, y así entre cambiar y cambiar nos dio la hora en la que muchas personas se levantan para ir a trabajar. Hay un momento en el que, no importa lo que estemos haciendo, necesito volver a la exclusividad, a la seguridad que dan los brazos de la persona amada. En mi caso, no son los brazos, no son sólo los brazos. Son las piernas, y los dedos, y el sexo, y el cuello, y el trasero, y la piel, y los senos, y es Mariana a la que necesito regresar. Fui a buscarla para terminar nuestra noche entre las miradas de propios y extraños.
Salimos cansados y sedientos, el personal del bar se apuró a conseguirnos nuestros tragos, y gracias a eso, pudimos tomarnos un respiro para recuperar la fuerza necesaria para iniciar el camino desde el norte hasta nuestra sureña Ítaca.
me gusto mucho este relato