Demasiadas cargas en los últimos días como para pensar en sexo. Muertes, noticias buenas que se convirtieron en malas, mayores gastos de los programados, visitas inesperadas, y en fin… muchas cosas para resolver que convirtieron nuestra vida de pareja en una de esas vidas matrimoniales que tanto deseaba no tener nunca. El caso es que eramos dos adultos una noche entre semana agotados y esperando alejarnos de nosotros mismos a la luz de algún programa gringo de televisión. Lo conseguíamos con cierto éxito hasta que Mariana, no sé de dónde saco inspiración para meterse entre las cobijas y hacerme una de esas mamadas por las que deberían dar premios de la Academia. Me rendí, siempre me rindo, pero esta vez era diferente; me rendí a aceptar que no quiero rendirme, que no quiero la aceptación. Me rendí a descubrir que lo único a lo que no estoy dispuesto a renunciar es a mi pene explorando las orillas y las simas y las cimas volcánicas de su Mariana. Esa noche, cambiamos la tele por coger como si tuviéramos veinte años, varias horas, de varias formas diferentes. El milagro ocurrió y tras ahuyentar el tedio, celebramos la victoria con un orgasmo que a Mariana le duró varios minutos. Me encanta cuando eso sucede, porque puedo imaginarme perfectamente las caras de todos los vecinos que la escuchan y se preguntan porqué ellos nunca pueden gritar de esa manera.
Imagen: Max Sauco, vía: La letra erótica
Creo que en algún momento de nuestras relaciones eso nos ha pasado a todos. Un día duro, un hombre cansado, un instrumento flácido, y una mujer que te resucita aun cuando tú ya te habías rendido.
Un saludo!
Siempre se puede tener un momento para dejarse seducir y rendirse a la pasion.
Besos.
Lunna.
Es interesante. La realidad es que somos una sucesión de máscaras. Es inevitable ya que nos desconocemos, siempre estamos dispuestos a darnos una sorpresa a nosotros mismos.
Podría decirse que aparte de ser innumerables máscaras podemos ser infinitas pelucas. Una expresión y un pensar variable.
Somos irreversiblemente para la algarabía y la mudez del placer. Ser seducido es sucumbir a esa otra extraña manera de contemplar y participar en los señorios del Arte.
"…Puedo imaginarme perfectamente las caras de todos los vecinos que la escuchan y se preguntan porqué ellos nunca pueden gritar de esa manera…"
Genial…