El tema de las no monogamias está muy de moda en los medios y a veces me siento optimista sobre el lugar de los swingers frente al mundo, otras veces, como hoy, me encuentro más desilusionado.
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Tan lindo que hubiera sido
Estoy en estado de coraje crónico. Luego de un regreso feliz del Take Over de LR en Acapulco en el que nos encontrábamos llenos de optimismo, cargados de energía y con un lindo sabor de boca sobre nuestra vida en el ambiente swinger, esperábamos ansiosos el sábado. La razón es que la familia Roma se las había ingeniado para organizar un evento sw en un espacio completamente original: el Autódromo Hermanos Rodríguez.
A Mariana y a mí, la hazaña nos emocionaba especialmente porque nos conmueven mucho los esfuerzos de la comunidad por abrir espacios nuevos y por ayudar a desestigmatizar un estilo de vida que no lastima a nadie y que, por el contrario, ha hecho muy felices a incontables matrimonios. Pero la Santa Inquisición no ha muerto, y los seres humanos siguen temiendo a todo aquello que no conocen. Frente a la ignorancia, la prohibición.
Me gusta tu libertad, pero mejor de lejos
Todo estaba diseñado para no molestar a nadie. Durante el día, los temibles swingers estábamos convocados con todo y familias para ver las carreras en un día vainilla rodeado de amigos y gente que piensa de forma similar. Nada sexual. Vamos, nada que excediera el código de vestuario habitual de los autódromos pletóricos de edecanes escasas de ropaje. La fiesta sería en la noche, en un espacio cerrado con acceso controlado y, obviamente, sin menores de edad. ¿Qué tiene de extraordinario eso? Nada. Que se llama fiesta swinger y eso pone los pelos de punta de las buenas conciencias. ¿Pero esta gente que se estará imaginando? ¿Que habrá sexo o qué cosa? Bueno, en eso tienen razón. Se suponía que lo habría, como en todas las fiestas sw, en un lugar asignado y cuidado por los organizadores, completamente alejado de la mirada de cualquier ingenuo transeúnte que cándidamente se pasee a media noche por una suite privada en la que nada tendría que estar haciendo sin haber comprado su boleto para el evento. Es decir, sexo consensuado entre adultos responsables.
Me pregunto qué hubiera pasado si la fiesta no se hubiera anunciado como swinger. Si yo, o cualquier otro de los voceros del medio nos hubiéramos ahorrado el término que define a nuestra comunidad y sólo hubiéramos dicho alguna pendejada como “Evento exclusivo para miembros del gremio de la piña”. Seguramente nadie hubiera izado las banderas rojas y quienes ostentan el monopolio de la moral, hubieran seguido tan tranquilos viviendo con la consigna de “si no me entero, no me afecta”. Que está bien que la gente folle siempre y cuando no lo digan.
Para todos los que tienen clubes, que organizan fiestas o que hacen cualquier esfuerzo por reunir a la comunidad sw, cada día es una conquista nueva. Creo que la familia Roma se aventuró demasiado a ocupar un territorio completamente diferente. Si lo hubieran logrado, sin duda hubiera sido digno de cantares de gesta. Pero no tendría por qué ser así, como tampoco tendrían los museos que recular frente a moralinas protestas cuando exhiben el trabajo de un artista demasiado incómodo. ¿No sería más fácil para todos si empezáramos a preguntar en lugar de condenar?
El enemigo en casa
Emberrincharme en contra de los apóstoles de la corrección es parte de mi quehacer cotidiano. No pasa de la frustración del momento y alistarme para la siguiente vez que tenga que sumarme a otra batalla. Pero hay algo más profundo y doloroso, la sensación de que mi comunidad, algunas veces, es atacada por un cáncer que opera desde del interior.
Supimos, hace tiempo, la historia del subnormal que, consagrándose a la mexicanísima tradición del mi compadre la tiene más grande que el tuyo, mandó un comando de policías encapuchados y con armas largas a cerrar el club de su competencia. ¿Será que ese idiota no se daba cuenta de que a quienes puso en la mira de los rifles eran precisamente sus clientes? ¿O qué no entendía que cuando abre la puerta a un atropello contra sus pares lo hace también contra si mismo? ¿O era tan imbécil que no sabía que más clubes sw en la CDMX promueven que más parejas se interesen por el lifestyle, y así hay más mercado para todos? Tal vez, simplemente, estaba tan seguro de que su producto era una basura, que la única forma de competir era haciendo trampa, aunque su memez pudiera resultar en parejas tan espantadas que no volverían nunca a un club, al suyo tampoco.
El caso me indignaba sobre manera, porque se requiere ser mezquino para tirarle piedras al propio nido y cuando es gente de la comunidad la que nos pone en riesgo, me parece imperdonable. Aquello sucedió hace mucho, pero ahora tengo la sensación de que el origen del autódromogate es muy similar. ¿Será que alguno tuvo envidia de la conquista que estaba por realizar su competidor y mandó una bomba sucia para sabotearlo? No lo sé, presiento que sí. Y si ese fuera el caso, lo que se perdió fue mucho más que una fiesta de la que todos teníamos ganas de hablar.
Al andar se hace camino
Y así, por triste que me parezca no hay más que lamerse las heridas y comenzar a planear lo que el próximo año tendrá para nosotros. Los empresarios creativos como Toño Roma tendrán otras ideas geniales (algunas funcionarán y otras, no). Los prototontos que no saben más que destruir a los demás, lo seguirán intentando hasta que las cosas caigan por su propio peso y la serpiente que criaron venga a morderles las nalgas (que ya también hemos sido testigos de ello). Y la moral siempre será la moral, pero cada día habremos avanzado un poco más. Cada día, los blogueros (como su servidor), los podcasteros, youtuberos, los tuiteros, los tiktokeros y todas las voces que lanzamos tulipanes desde nuestras trincheras abrimos un poco más las grietas en las cerradas mentes de los que juzgan y avanzamos para construir un mundo en el que la gente pueda expresarse y vivir con libertad.