Unicornios, singles y las trampas de lenguaje

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Definiciones swinger: unicornio y single

En el mundo swinger, “unicornio” significa mujer que participa sin pareja en el estilo de vida liberal. Las llamamos unicornios bajo la premisa de que son difíciles de encontrar y esquivas.

En el mundo swinger, “single” significa hombre que participa sin pareja en el estilo de vida liberal.  Los llamamos así porque se supone que son solteros y, seguramente, no se nos ocurrió un término igualmente poético que el que usamos para designar mujeres.

¿Cada vez más de moda?

     He escrito antes otros artículos sobre estas nomeclaturas, pero creo que, desde entonces muchas cosas han cambiado. Confieso que aunque, en otro tiempo, fungimos como promotores de los términos, ahora empiezan a caerme gordos. Tal vez tenga que ver con la frecuencia de su uso. Tal vez, tenga que ver con lo reduccionistas que se han vuelto.  Salir con una pareja es salir con abogados, empresarias, maestras o ciclistas. Salir con chicas solas es salir con unicornios, un término que encapsula a un ser humano en una serie de campos de fuerza y rituales one size fits all. Un unicornio es, en principio, algo que debe ser “cazado” como si no tuviera voluntad propia o, incluso como si entre las chicas solas no hubiera las que prefieren ser cortejadas o las que prefieren tomar la iniciativa.

     No sé. Me causa conflicto interno el hecho de que un unicornio, siempre debe ser un tesoro deseable y un single, una especie de producto de úsese y tírese que si y sólo si se porta bien, aspira a ser nombrado single de planta. Algo así como el esclavo de la plantación que sueña con entrar a servir en la casa. Quizá lo que me parece horrible no es tanto el apelativo como el uso inmutable. Es muy raro que escuche a alguien utilizar las palabras “amiga”, “chico”, “güey”, “chava” para referirse a esa tercera persona con la que comparten aventuras sexuales. Parece como si meterse a la cama de una pareja convirtiera inmediatamente a una persona en una especie diferente. Me recuerda a los videojuegos en los que, agarrar una cápsula torna al personaje en un ser distinto y ya no hay vuelta atrás hasta encontrar otro tipo de cápsula. Pero no somos seres unidimensionales; somos, independientemente del rol que cumplamos en un momento determinado, muchas otras cosa.

     La trampa está en que algunos términos como “político”, “clásico”, “criminal” o “magnate” son, de pronto, tan monolíticos que uno no puede imaginar otras facetas del aludido. Decir, por ejemplo: “Un gitano juega waterpolo con el equipo del Country Club”, tiene algo de surrealista. Un gitano canta mientra viaja en pintorescas carretas, lee las cartas y hiere de muerte  a una mujer porque tiene su hijo nace con los ojos grises en vez de aceituna y él piensa que el niño es de un payo. Pero no podemos imaginarlo en una alberca. Menos en un club campestre. Nunca. Bajo ninguna circunstancia.

     Unicornio y single comienzan a sonarme con esa carga. Cuando la gente declara “Traemos un unicornio”, hay algo en mi cerebro que lo convierte en “Trajimos una botella de champaña” y claro, lo único que se me ocurre contestar: “Y la van a compartir”. ¡Está muy mal! ¡Es muy odioso! ¿Qué tal que ni siquiera me gusta esa marca de champaña pero tengo que tomármela porque quién es el grosero que le dice que no a la copa de burbujas que, con tanto cariño, te rolan. Y luego pienso: ¿Y ella no se siente igual de disminuida? Tal vez no, tal vez sólo son mis manías de la edad avanzada. De ésas, cada vez tengo más, como cuando la palabra “dama” se me clava en lo más doloroso del duodeno o cuando, navegando en internet, me pregunto porque la gente insiste en decir “aporte” en lugar de “aportación”. Tal vez sólo sea yo el del TOC lexicográfico, pero en el tema de fondo, lo que me parece importante enfatizar es que hombres y mujeres que juegan sin pareja en el estilo de vida swinger son personas polifacéticas y distintas entre sí, no son commodities ajustadas todas a un modelo estándar.