Pensando en nuestra vida swinger-
Es muy probable que nuestra primera reacción consista en ocultarnos, y al hacerlo, lo hagamos como lo hacen los niños. Apuntando dedos flamígeros para desviar la atención. Es decir, disipamos la posibilidad de que la sospecha caiga sobre nosotros actuando como si la práctica nos escandalizara. ¡Cómo es posible que haya quien viva de esa manera! Y argumentos similares dignos de nuestra tía Gertrudis. La verdad es que no era para tanto, con habernos mantenido callados hubiera sido suficiente. Pero más allá de eso, ¿había algo que hubiéramos podido decir que, sin revelar nuestra escondite, hubiera hecho algo por revaluar al nuestro gremio? No sé, ¿qué tal algo así como: “Pues si a alguien le funciona, bien por ellos”? O simplemente declarar que la monogamia tradicional no es el único camino y que cada uno hace con su colita lo que mejor le venga en gana.
No digo que debamos convertirnos en activistas swinger, (sería padre, pero no es realista) sin embargo, sí creo que sería responsable que todos los que hemos descubierto alguna de las aristas de la sexualidad libre buscáramos una sociedad sin prejuicios contra ésta. Fomentar, entre quienes no creen en ella, una cultura de sexualidad positiva nos beneficia, no solo a quienes visitamos antros SW que un día están y otro tal vez no según el hipócrita capricho de la asociación de vecinos o del delegado en turno. No sólo a quienes tememos perder el trabajo si nuestros empleadores, todos ellos educados con la moral imperante en el siglo XIX, se enteran que disfrutamos del sexo en grupo. No sólo a quienes vivimos aterrorizados de que las mamás de los amiguitos de nuestros hijos sepan lo que hicimos el verano pasado, y luego nuestros cachorros no tengan con quien jugar. También beneficia a la chica que no se atreve a denunciar acoso porque no quiere que la llamen puta. También beneficia al hombre que se tiene que esconder de su esposa para masturbarse. También beneficia a los adolescentes que temen preguntar sobre métodos anticonceptivos, no vaya siendo que los malmiren.
La educación sexual no es solamente un tema de libro de texto gratuito, no se reduce a enunciar genitales. Pero no es del estado, ni de la tía Gertrudis de quien espero una postura más activa frente a la ignorancia y al prejuicio. Es de nosotros, de los que de noche compartimos nuestro matrimonio y de día atacamos a quien lleva la falda demasiado corta.