Consejos swinger que nos dejó William Shakespeare

Que el cisne de Avon sabe todo sobre la humanidad, no es ningún secreto. Pero quien ha estado de visita en las callejuelas de la vida clandestina, sabe que el cuerpo libera tanto como la palabra. Por eso el bardo, que comparte conmigo una suerte de complicidad, ha dejado en sus textos un considerable número de señales que, en forma de palabras, me iluminaron con eficacia en este viaje por liberar el cuerpo. Posiblemente, Shakespeare, haya sido un libertino, de eso no hay confirmación. Es evidente que sus personajes no hablan desde el mundo swinger, un estilo de vida al que le faltarían algunos siglos para nacer, pero lo hacen desde la cima del sentido común. Y yo creo, que para tener una vida feliz en este ambiente, de lo primero que habría que valerse es de una mentalidad medianamente sensata. Por eso, comparto con ustedes un duodecálogo sw revisado por el mismísimo poeta inglés.

Nos tomó mucho tiempo de andar en estas lides, aceptar llamarnos swinger. Sin embargo, desde que nos definimos como tal, el mundo es un lugar mejor. Estar en el estilo de vida nos ha dejado muy satisfechos con nuestra relación de pareja, con nuestra vida sexual, y en general, con todo lo que forma nuestra cotidianidad. ¿Quién no está satisfecho con su vida si sabe que, al final de una densa semana de trabajo, lo espera un carnaval de orgasmos en serie?

En este medio, todo el mundo se describe dentro de alguna o algunas categorías. Es útil, por ejemplo, para llenar perfiles de redes sociales, decir que uno es soft, o hard o bi, o full o… Da lo mismo, lo que es importante es saber que esas etiquetas nos definen en este momento en particular y no dicen nada sobre lo que podemos llegar a ser. No tiene nada de malo clasificarse para evitar confusiones, pero nunca vivan para satisfacer esas descripciones, más bien permitan que esas descripciones se adapten a las nuevas realidades.

Después de todo esto es una comunidad, y al cabo de poco tiempo serán tratado de la misma forma en la que traten a los demás. Den a todo el mundo la oportunidad de acercarse a ustedes. Platicar no compromete a follar y no le quita nada a nadie ser amable con la gente. Por otro lado, entre la desnudez, el sexo desenfrenado y las conversaciones subidas de tono, es fácil construirse una extraña sensación de confianza que, no necesariamente, está bien fundamentada. Que hayan pasado la noche con otra pareja, no significa que puedan dejarle fotos comprometedoras. Es cierto, que aquí, las amistades se construyen más rápido que en la vida real, pero tampoco es cuestión de arriesgarse de buenas a primeras. Y eso, intenten por todos los medios no hacerle daño a nadie, ni a su reputación, ni a su matrimonio, ni a ellos ni nada de nada.

He escuchado muchas veces que los swingers debemos controlar los celos, pero no estoy seguro de que así sea. Los celos, en principio, no se pueden controlar. Son como las fobias, en la medida en la que se alojan en rincones nada intelectuales de nuestra psique, es comúnmente inútil querer discutir con ellos desde una perspectiva racional. Quizá lo que nos sirve a la mayor parte de los liberales es la convicción de que no hay motivo para que el monstruo de ojos verdes juegue con nosotros.  Lo que encuentro más terrible de los celos es que, mientras tienen su semilla en una genuina emoción humana, germinan irrigados por el condicionamiento social, por la cultura, por la educación que nos enseña que hay que estar a las vivas para que a uno no se lo chinguen.  El mayor miedo del celoso no es perder aquello que tiene, sino que al perderlo queda como imbécil frente a los demás, como el engañado, el cornudo, el que merece el escarnio.  En este medio, de los celos habría que cuidarse entendiendo que, si pierdo a la persona que amo será por muchos factores, pero nunca porque alguien folle mejor que yo. Si ese fuera el caso, a mí ya me habrían dejado hace muchos años. 

Para la mayoría de las parejas que quieren probar una experiencia de este tipo es más o menos normal que uno de los dos sienta una urgencia brutal por aprovechar todo lo que le está ocurriendo. Tiene sentido, un primer acercamiento suele contener mucha información y muchos estímulos. Es posible sentir, que una oportunidad como esta no se repetirá jamás y que hay que aprovechar cada oportunidad que se presenta en el camino. No es para tanto. Si después de su incursión al mundo sw, los dos la pasaron bien, es muy posible que repitan y que otras oportunidades se presenten. Por eso es importante ser paciente y no correr: siempre hay que ir a la velocidad de la persona más lenta. Si uno de los dos se acelera, el otro podría pasarlo mal. Si uno de los dos lo pasa mal, tal vez no querrá volver a intentarlo y el que quiso volar quedará, irremediablemente, frustrado. No hay tal cosa como ir muy rápido o ir demasiado lento, cada pareja decidirá sus propios tiempos, pero es importante que ambos vayan juntos. 

En esto del repertorio sexual, cada uno tiene sus propios talentos. No tiene sentido estar comparando si alguien es o no mejor que yo. Lo único que eso trae es desilusión. Sin embargo, swinguear es una gran oportunidad para aprender nuevas cosas y mejorar técnicas de todo tipo. Siempre vale la pena aprovecharla. 

No confundir los celos con la envidia. Casi siempre, lo que sentimos cuando vemos a nuestra pareja pasándola como si estuviera en Disneylandia, no son celos sino la frustración de que nosotros no estamos tan contentos. Precisamente, porque se trata de un sentimiento muy mezquino, y nadie quiere ser egoísta con la persona que ama, es muy difícil manejarlo y hablar de él. Por supuesto, si uno sufre mientras otro se divierte, hay que detenerlo todo, platicar y reformular estrategias. Pero cuidado, trata primero de determinar tus emociones y de evaluar si hay algo que puedas hacer para tú también disfrutar. Si no lo hay, pues ni modo, pero no culpes por ello a tu pareja. 

Sobra explicar esto ¿no? Estamos invadidos por el sofisma de que para hacer algo que queremos, hay que darse valor y que el valor se encuentra en una considerable cantidad de alcohol. Si tú o tu pareja necesitan darse valor para swinguear, es buena idea plantearse si realmente quieren hacerlo. Confíen en un alcóhofilo como yo; el trago está muy bien, pero si lo que quieren es pasar una larga jornada de sexo desenfrenado, no sean atenten contra sus cinco sentidos, contra su habilidad para tomar decisiones, la capacidad de conseguir erecciones o contra su seductora imagen. Nada menos sexy que la borrachera. 

Cada quien es libre de acostarse con quien quiera, pero para nosotros es muy importante jugar con parejas que ponen sobre la mesa (quiero decir, sobre la cama) lo mismo que nosotros: relaciones comprometidas, estables y entre gente que se ama. Confiamos para eso en nuestro instinto, y hemos aprendido bien, dentro del medio, que si algo se siente extraño en la otra dupla, seguramente hay algo mal. Como no nos gusta ser parte de los problemas ajenos, estamos atentos a que el lenguaje no verbal de nuestros candidatos sea compatible con el nuestro. Si se les nota, se aman, si se aman, nos interesan. 

A pesar de la glorificación al “no” que existe en el ambiente, no deja de impresionarme la cantidad de personas que ceden por convivir, y de gente que, con uno o dos tragos de más, se olvida de aquello de que insistir es de mal gusto. De última, está muy mal que alguien no entienda que “No means No” pero todo swinger y swinger en entrenamiento debe asumir la responsabilidad de no hacer nada que no quiera, sin importar quien pueda ofenderse en el camino. Postdata, no confundas nunca negarte con ser déspota. Mi madre decía que lo cortés no quita lo valiente.  

Cuando Mariana y yo empezamos a buscar clubes swinger, éramos muy jóvenes. En nuestros primeros encuentros, nos sentíamos con la seguridad que da la diferencia de edades, y durante mucho tiempo, temí que de adulto mayor me diera vergüenza esto de andar pirujeando. No es así, hemos visto a mucha gente que ha llegado vieja al ambiente o que ha envejecido dentro de éste, y lo que nos han enseñado es que la libertad sexual que viene con estas prácticas, conduce a seguridades y felicidades distintas. Ahora ya estamos convencidos de que queremos ser esa pareja de seniles enamorados que vimos acurrucarse, alguna vez, junto a la barra de un club en Cap.

No todo lo que hacemos en este deporte nos sale bien. Algunas veces discutimos fuerte, otras fracasamos como amantes (Bueno, yo. Mariana, nunca) y me siento como impotente cucaracha. Otras veces nos hacemos daño entre nosotros y, en fin… Swinguear es como cualquier otra práctica de nuestra vida cotidiana. Nos equivocamos, aprendemos, y dejamos pasar. Lo que nos salió muy bien ya pasó y no se puede repetir. Ya vendrán otras cosas diferentes. Lo que nos falló, ya está hecho. Se deja atrás y nos vamos a lo que sigue. Ya vendrán cosas diferentes.