Cuando la noche acaba, el corazón
se estira, caramelo ardiente.
Trata ingenuo de alcanzar la orilla,
la que se pierde para siempre.
Mariana, la linterna sobre el risco
hace su luz cada vez más pequeña
y no promete despertar mañana.
Cuando sea tiempo, otra vez noche,
de fondear mi boca en las almohadas
cuando muera de sed
de agua salada
Habrá Mariana.
Habrá un faro.
Habrá un bebedero en su cuello.
Habrá lo que he venido a buscar,
sin que me encuentre lo mismo.
Por eso lloro si la noche termina
porque cada noche en que la cama es tormenta
deja huérfano de carne a mi deseo
Aprehender a Mariana es perderla
y recobrarla el ciclo constante
es constantemente perder a Mariana
Sus gritos de amor son mis llantos de luto.