(pequeño borrador que un día será poema)
Las pecas en la espalda y los pecados. Las rodillas de Mariana rompiendo las sábanas. Falos grandes y bien definidos si remueven pócimas en calderos femeninos. Sus entradas (las de ellas). Sus labios (los de ellas). En cualquier orden si entradas y labios (ellas y ellos) están a contraluz. La intimidad pública. La imagen impúdica y callada que viene como interferencia a la mitad del día a hacer importaciones de erecciones. La ropa cuando está de paso. Las bragas en medio del camino. Los escotes escopetas que no prometen lo que cumplen. Lo imprevisto cuando está planeado. Lo planeado cuando nos sale sin pensarlo. La piel que se transforma en mar y en tierra firme. Las manos cuando no son mías. Las manos si son mías cuando están fuera de si. Los secretos a voces de sirenas. Los espejos, los de vidrio y los de carne. Las mujeres de los prójimos y los prójimos profanos. La sonrisa esgrimista, las piernas arqueras, los pezones arietes. Me despierta, pues, lo sublime si es que los domingos viene conmigo a bañarse en lodo.
Diego Velázquez
(Imagen vía: Sicalipsis)