Mariana se ha desvestido.
Lo hace lejos de mí
para recordarme, si estoy sólo
que la piel sólo vale
cuando está con otra piel
y un remolino de almohadas.
Mariana llega como las parvadas,
desnuda,
y llena de formas
de milagros como gotas
en el rostro de su orilla.
Mariana olvida
que afuera hay una calle,
otras banquetas de ciudad adormecida.
Se mete conmigo
y en mi lengua vierte
todo el jugo
de todas las mujeres
que estuvieron aquí antes que ella.
Diego Velázquez